Las que usan las tribus de la región de Icana, tienen una longitud de 160 a 165 cm y constan de una caña con una vara de sección redonda de madera de palmera negra y dura, que mide un quinto de la longitud total de la flecha y remata paulatinamente en una punta fina. Un envoltorio de hilos embebidos en resina, confeccionados con las fibras resistentes de la curauá (bromeliácea) o finas tiras de corteza, mantiene ambas partes firmemente unidas. La punta se unta con curare hasta una longitud de 11 cm y presenta cinco incisiones circulares profundas (tres y dos), cuyo objeto quizá sea la ruptura de la punta envenenada dentro de la herida cuando el animal alcanzado huye a través de la espesura. En su extremo desprovisto de plumas e incisiones, la flecha está envuelta en un tramo de 7 cm con espirales de hilos de curauá embebidos en resina. Una segunda envoltura cruzada robustece aún más el extremo exterior de la caña.
El arco, de unos 175 cm de largo aproximadamente, está confeccionado de madera pesada, bien alisada, de un color rojo oscuro, el "pau d'arco" de los brasileros. la parte interior es más o menos cóncava, y la exterior muy convexa. En el centro tiene una circunferencia de 5 a 6 cm. El arco se va afinando hacia los extremos y remata finalmente en una punta de 1 a 1,5 cm más aguzada, de sección circular, destinada a impedir el deslizamiento de la cuerda. Esta consta de dos cordones y como todas las cuerdas se tuerce haciéndola rodar con la palma de la mano sobre el muslo desnudo. Por lo general, se confecciona con fibras muy resistentes de la palmera tucum. La cuerda se ata a los extremos del arco por medio de lazos simples. Para asegurarles un fuerte sostén y evitar que se suelte la cuerda, ésta remata en sus dos extremos en gruesos nudos. Cuando se desea tender el arco se apoya el extremo inferior sobre el suelo y se comba la madera presionando en su parte media con la rodilla izquierda. Seguidamente se quita el lazo superior, se tuerce algo la cuerda para acortarla y se la vuelve a colocar.
Al disparar, el indio mantiene el arco ante sí en posición más o menos vertical, toma puntería mirando, por encima de la flecha, tira rápidamente de la cuerda y la suelta junto con la flecha. Con el pulgar y el índice de la mano derecha sostiene el extremo de la flecha, mientras los tres dedos restantes quedan flexionando sobre la palma de la mano. La flecha descansa a la izquierda del arco entre el pulgar y el índice de la mano izquierda. El dedo índice se coloca encima de la flecha y le da la dirección segura. Los demás dedos sostienen el arco, que al tirar la cuerda queda apretado contra el pulpejo de la mano. El pulgar se apoya a lo largo del arco ayudando a tenderlo, o bien rodea la madera. No hay protección de la muñeca contra el impacto de la cuerda del arco.
La caza de los tapires y venados se practica de preferencia donde estos animales van a abrevar, en los arroyuelos tranquilos o pequeñas lagunas que los nativos conocen muy bien. Allí siguen a los animales o se ponen al acecho antes del alba o hacia el anochecer para poder matar a sus presas desde un lugar bien cubierto. El jaguar también acecha en estos lugares a sus víctimas y en ocasiones el cazador se cuenta entre ellas.
La caza de los jabalíes, que suelen andar en grandes piaras de cien o más cabezas, no carece de peligro. El rumor de sus pasos y el rechinar de sus dientes se oye desde lejos. Si se los espanta, emprenden veloz carrera en derechura hacia el bosque con la trompa cerca del suelo y igual del cazador que se cruza en su camino! Con sus poderosos colmillos destrozan al infeliz y terminan de aplastarlo entre sus patas. Por esta razón es peligroso disparar a un animal que se encuentra en medio de la piara, porque entonces es frecuente que los demás con sus melenas de cerdas hirsutas ataquen al cazador, a quien no le queda otra alternativa que trepar a toda velocidad a un árbol si no quiere ser víctima de las enfurecidas bestias. Por lo general, se dispara sobre el animal rezagado que trota fatigado detrás de la gran manada.