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En San José vendimos un par de mulas y de este modo nuestra tropa se redujo a catorce animales, entre ellos seis destinados a cabalgadura. Tres peones podían encargarse fácilmente del transporte de ocho bultos y lo demás se ubicó sobre una carreta tirada por bueyes. Así, todo volvió a encarrilarse y bastante aliviados, el 14 de junio pudimos partir hacia Santa Cruz.

Los dos primeros días de viaje, seis leguas hasta Piococa otras siete hasta Equitos, no ofrecieron nada nuevo en cuanto al paisaje, y para colmo de males la atmósfera gris y brumosa no permitía ninguna vista de la lejanía en las escasas zonas libres de bosques. En cambio, desde el punto de vista de la botánica pudimos hacer notables observaciones. Así, la primera aparición del quebracho blanco antes de Piococa y la típica formación del monte con sus numerosas cactáceas suculentas, entre ellas los céreos y las palmeras enanas espinosas. Deseo establecer una relación entre la extensión de esta formación vegetal del Gran Chaco, allí, al norte de la cadena transversal de Chiquitos, divisoria de la flora, y el cruce del río Quirnome que realizamos al segundo día. Estaba casi seco, como es característico en esa estación, de manera que no nos vimos obligados a pasar por el puente semidestruido. Desde el punto de vista geográfico, el Quiniorne es un río interesante. A pesar de su nacimiento, bastante al sud de la Cordillera, no vierte sus aguas en el río Pilcomayo o directamente en el río Paraguay, sino se vuelca en las llanuras de Izozo (la parte occidental de la zona norte del Gran Chaco) después de cruzar las cadenas marginales de la Cordillera. Su curso sigue allí paulatinamente dirección al norte y por último atraviesa la cadena de arenisca de San José, continuación de la serranía de Santiago. Se reúne allí con varios ríos del Chiquitos occidental y forma con ellos el río San Miguel (también llamado río Magdalcua y río Itonamas) que con dirección noroeste va a desembocar en el río Itenes o Guaporé y de este modo al Amazonas. En la estación seca, la cuenca del río San Miguel se limita a los afluentes chiquitanos y el más importante de ellos es el Zapocós que viene del este, pues en esa época del año, el río Parapití (así se llama el río en su origen en la Cordillera) no logra atravesar las planicies arenosas de Izozo. Se va perdiendo en el camino por infiltración en el terreno poroso y, como consecuencia, el tramo de comunicación hacia el norte, o sea el río Quimome, queda seco. En estas circunstancias, sería muy raro que el río pudiera atravesarla cadena que se levanta a unos ciento cincuenta metros de la planicie. Se ignora si hubo algunos fenómenos tectónicos que hayan condicionado ese curso. Tampoco se sabe aún si en la época de lluvias el río tiene quizá un segundo afluente, proveniente de los terrenos inundados de la cuenca de Izozo. Lo que hay al este de Izozo es y será tal vez por mucho tiempo terra incognita, pues los indígenas se niegan a acompañar a las expediciones explotadoras. Otra dificultad consiste en que dada la gran pobreza de agua del país, se debe depender de las pocas aguadas que por el mismo motivo están en manos de los indios salvajes. Hasta ahora, no ha sido posible viajar con cargadores por el este de Bolivia, ya que no se consigue reunir tantos hombres. Ahora bien, si se deben emplear animales para el transporte de la carga, el problema del agua se agiganta. Los indios acostumbran robar o desbandarlos animales durante la noche ya que se los debe dejar pastar libremente. Al menos, las expediciones tuvieron frecuentes experiencias en este sentido en el Chaco argentino e internarse bastante en el territorio era lo mismo que aniquilar toda la tropa.

Cerca de Equitos encontramos un gran palmar de Copernicia cerifera, la palmera carandá, el primero desde el río Paraguay. Esta palmera crece en los terrenos que se anegan en la época de las lluvias. Su área de extensión comprende al norte hasta la olla de la laguna Concepción que dio origen a la leyenda del río que fluye alternadamente de este a oeste y viceversa. Ya en Buenos Aires, nos hablaron del informe sobre este río de Guillermo Velasco, un sabihondo ignorante. Sin embargo, pronto se estableció la verdadera naturaleza de la cosa.

Por cierto, no se puede reprochar al hombre por semejante invención, pero sí por su frondosa fantasía capaz de trastrocarlas cosas más sencillas en algo que escapa de lo natural. En la estación lluviosa, el nivel de la laguna Concepción se eleva por la crecida del caudal del Quirnome que anega vastas extensiones del terreno casi horizontal. Cuando el lecho del río se seca rápidamente, el exceso de agua de la laguna vuelve a refluir hacia el río a través de un corto brazo que los une y en un tramo del lecho horizontal la corriente es ascendente. He aquí la sencilla explicación del enigma.

 
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de Theodor Herzog

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