--¿Qué Bonaparte?
-¿Lo estás viendo? Pues saberlo no es mala cosa.
Vendrán invitados, empezarán a hablar. Dirán que, en
tiempos de Bonaparte, ocurrió esto o lo otro, y tú no harás
más que poner ojos de asombro. No estaría bien.
Le pidieron consejo a la lechuza, y ésta afirmó
también que había que fomentar las ciencias y las artes entre la
servidumbre, porque, con ellas, la vida de las águilas era más
entretenida y, además, buscar nuevos horizontes no constituía
ninguna deshonra. La instrucción era luz, y la ignorancia, tinieblas.
Comer y dormir sabía cualquiera, pero en cambio el problema "Una
bandada de gansos volaba..." no lo resolvía todo el mundo. Los
terratenientes listos daban por un hombre avezado y tundido dos inexpertos y
nunca apaleados; algún provecho verían en ello. Ahí estaba
el pardillo: toda su ciencia se reducía a saber llevar en el pico un
cubito con agua, y sin embargo, ¡pagaban por él un dineral!
-Yo puedo ver en la obscuridad, por eso se me considera sabia;
tú miras al sol de frente, horas enteras, sin pestañear, y de ti
se dice: el águila-señor es inteligente, pero simplote.
-En fin, ¡yo no tengo nada en contra de las ciencias!
-graznó el águila.