No había hecho nada más. Sin embargo, cargaron al
picamaderos de cadenas y grilletes y lo encerraron a perpetuidad en el hueco de
un tronco de árbol, donde murió al día siguiente, comido
por las hormigas.
Apenas terminó el asunto del picamaderos, comenzó
la represión contra I'Académie des sciences. Sin embargo,
los mochuelos y los búhos se defendieron con denuedo, pues les daba pena
abandonar las caldeadas viviendas del Estado. Dijeron que no se dedicaban a las
ciencias para propagarlas, sino para librarlas del mal de ojo. Pero el milano
rechazó al punto sus alegaciones, preguntándoles: "Bueno,
¿pero para qué sirven las ciencias?" Y no supieron contestar
a esta pregunta (no la esperaban). Entonces, los vendieron al menudeo, a los
hortelanos, y éstos los pusieron de espantapájaros para guardar
los huertos.
En aquellos mismos días, les quitaron a los hijos de las
cornejas las cartillas de a kopek, las machacaron en un mortero hasta formar una
pasta e hicieron con ella naipes para jugar.
Más adelante, se agravó aún más la
cosa. A los mochuelos y los búhos, siguieron los estorninos, los
rascones, los papagayos, los pardillos... Hasta el sordo urogallo fue acusado de
"librepensador", basándose en que de día callaba y de
noche dormía.