Y se puso a pensar. Cuanto más pensaba, más
frecuentemente se le figuraba: "Buena cosa sería vivir como los
señores feudales en la antigüedad". Adquiriría
servidumbre y viviría con gran holgura. Las cornejas le traerían
todos los chismes y cuentos, los papagayos harían graciosas piruetas, la
urraca le guisaría gachas, los estorninos le cantarían loas, las
lechuzas, los mochuelos y los búhos volarían vigilantes por las
noches en patrulla, y los buitres, los milanos y los halcones le
proporcionarían alimento. Y él sólo tendría
qué preocuparse de ser sanguinario. Estuvo piensa que te piensa, y se
decidió al fin. Llamó un día al buitre, al milano y al
halcón, y les dijo:
-Buscadme servidumbre, como la que tenían los
señores feudales en la antigüedad: ella me entretendrá,
dándome consuelo, y yo la tendré sujeta por el miedo. Es todo lo
que quiero.
Las aves de rapiña, obedeciendo la orden, partieron en
todas direcciones. Trabajaron de firme. En primer lugar, cercaron y se trajeron
una gran bandada de cornejas. Las trajeron, en el censo de siervos las
inscribieron y les entregaron en el acto la correspondiente cédula de
notificación de los impuestos a pagar. La corneja es un ave prolifera y
muy sumisa. Su principal mérito consiste en que es maestra en el arte de
traer "mujiks" al mundo. Y como es sabido, cuando se tiene ya
preparado el estamento de "los mujiks", todo lo demás es cosa
de detalle que se compone con facilidad. Y se compuso. Con los rascones y los
colimbos se formó una banda de música; a los papagayos se les
vistió de bufones, a la urraca, de blancos costados, por ser ladrona, las
llaves de la Tesorería le entregaron; a los mochuelos y a los
búhos se les obligó a patrullar por las noches en servicio de
vigilancia. En resumidas cuentas: se montó una mansión con un
boato del que cualquier noble no se habría avergonzado. No se
olvidó tomar una cuca para que sirviera a la señora águila
en calidad de adivinadora y se creó un colegio para los cuclillos
huérfanos.