Y para demostrar que todo el mal provenía de las
ciencias, comenzaron a descubrir complots, y de tal índole que,
indefectiblemente, siempre andaban los libros mezclados en ellos, aunque no
fuera más que el de las Horas. Empezaron los registros, las pesquisas,
los procesos...
-¡Se acabó! -restalló de pronto desde la
altura.
El grito era del águila-señor. Y la
instrucción interrumpió su curso.
En toda la servidumbre reinaba tal silencio, que se oía
el rumor de las especies calumniosas al deslizarse por tierra.
La primera víctima de los nuevos vientos fue el
picamaderos. El pobre pájaro no tenía culpa alguna, Dios es
testigo de ello. Pero sabía leer y escribir, y con aquello bastaba para
acusarle.
-¿Sabes poner en su sitio los signos de
puntuación?
-No sólo los corrientes, sino los extraordinarios, como
las comillas, los guiones, los paréntesis, los pongo siempre a
conciencia.
-¿Y sabes distinguir el género femenino del
masculino?
-Lo sé. Incluso de noche, no me equivoco.