Sin embargo, después de dar fin del halcón, el
águila advirtió:
-¡Pero que I'Académie des scíences
continúe como antes!
Volvieron a cantar los estorninos: Las ciencias a los
jóvenes alimentan, pero para todos estaba ya claro que "el siglo de
oro" se encontraba en su ocaso. En perspectiva avanzaban las sombras de la
ignorancia con su obligada secuela de discordias intestinas y tenebrosas
revueltas de toda clase.
La agitación comenzó porque, para ocupar el
puesto del halcón muerto, aparecieron dos pretendientes: el buitre y el
milano. Y como la atención de ambos rivales estaba concentrada
exclusivamente en sus cálculos personales, los asuntos de la servidumbre
pasaron a un segundo plano y fueron, poco a poco, dejados en el abandono.
Al cabo de un mes, del reciente "siglo de oro" no
quedaba ya ni rastro. Los estorninos ganduleaban, los rascones desafinaban, la
urraca, de blancos costados, robaba sin descanso y la morosidad de las cornejas
en el pago de impuestos se hizo tan grande, que hubo que recurrir a los castigos
corporales. Se llegó hasta el extremo de servir a los señores
águilas carnaza corrompida.
Para disculparse de aquel desorden, el buitre y el milano
hicieron temporalmente las paces y echaron todas las culpas a la
instrucción. Las ciencias eran, sin duda alguna, provechosas, pero
solamente a su debido tiempo. Nuestros abuelos vivieron sin ciencias, nosotros
viviremos también sin ellas...