-Tú robaste diez gansos pequeños; le has regalado
dos al escribiente del comisario de policía del distrito y te has comido
uno, ¿cuántos te quedan? -le preguntaba el halcón en tono
de reproche.
El águila no podía resolver el problema y
callaba, pero en su corazón se iba acumulando más odio cada
día.
Se produjo una tirantez de relaciones que la intriga se
apresuró a aprovechar. Al frente de la conjura se puso el milano y
arrastró en pos de él a la cuca. Esta empezó a soliviantar
a la señora águila: "¡Acabarán poco a poco con
el sostén de nuestra casa, le están martirizando con esa
instrucción!" Y la señora águila comenzó a
burlarse del marido: "¡Sabio, requetesabio!" Luego, con su
esfuerzo conjunto, despertaron ambos "las malas pasiones" en el alma
del buitre.
Y un día, al amanecer, apenas hubo abierto los ojos el
águila-señor, la lechuza, como de costumbre, plantóse
detrás de él y empezó a mosconearle al oído: be...
ce... erre...
-¡Largo de aquí, tía antipática!
-dijo el águila-señor, conciso e irritado.
-Tenga la bondad, Su Señoría, de repetir conmigo:
be... ka... eme...
-¡Te repito que te largues!