En aquel mismo mes, el gobernador
señor de Vaudreuil pidió con instancia que le enviasen refuerzos, y el marqués de
Montcalm fue encargado del mando del ejército canadiense, compuesto
solamente de cuatro mil hombres. El ministro no pudo disponer de un efectivo
más considerable, porque la guerra de América tenía en
Francia pocos partidarios, sucediendo lo contrario en el Reino Unido. El
principio de la campaña fue favorable al marqués de Montcalm,
quien se apoderó del fuerte William-Henry, edificado al Sur del lago
Jorge, que es una prolongación del de Champlain. Derrotó a las
tropas, angloamericanas en la jornada de Carillon; pero a pesar de estas
brillantes victorias, los franceses tuvieron que evacuar el fuerte Duquesne, y
perdieron el de Niágara, entregado por una guarnición demasiado
débil, a quien, por otra parte, la traición de los indios
impidió socorrer a tiempo. El general Wolfe, a la cabeza de ocho mil
hombres, oportunamente desembarcados, se apoderó de Quebec en el mes de
Septiembre de 1759; y aun cuando los franceses ganaron la batalla da
Montmorency, no pudieron evitar una derrota definitiva. Montcalm fue muerto, lo
mismo que Wolfe, y los ingleses quedaron, en parte, dueños de las
provincias canadienses.
Al año siguiente se hizo una nueva tentativa para
recuperar a Quebec, llave del San Lorenzo, mas dicho intento salió mal, y
poco tiempo después Montreal se vio obligada a capitular también,
a pesar de la enérgica defensa que opusieron los habitantes de la
mencionada ciudad.