Con este nombre es creó entonces
una sociedad, cuya constitución fue aprobada por Luis XIII en 1628, que se
comprometía a llevar al Canadá cuatro mil franceses
católicos en el espacio de quince años. Los primeros buques
expedidos por la Sociedad a través del Océano, cayeron en poder de
los ingleses, que avanzando después por el valle de San Lorenzo,
intimaron a Champlain que se rindiera. El intrépido marino rehusó;
pero la falta de recursos y de socorro le impusieron la obligación de
capitular, capitulación honrosa en verdad, que entregó Quebec a
los ingleses en 1629.
En 1632 Champlain salió de nuevo de
Dieppe con tres navíos, volvió a tomar posesión del Canadá,
restituido a Francia por el tratado del 13 de Julio del mismo año,
fundó nuevas ciudades, estableció el primer colegio canadiense,
dirigido los padres jesuitas, y murió el día de Navidad del
año 1635 en el país conquistado a fuerza de voluntad y de
audacia.
Durante algún tiempo las relaciones
comerciales continuaron entre los colonos franceses y los de Nueva Inglaterra, mas aquellos
tenían que luchar contra los iroqueses, muy temibles por su
número, pues la población europea no excedía aun de dos mil
quinientas almas. Así es que la Sociedad, viendo que sus negocios andaban
mal, se dirigió en demanda de socorro a Colbert, que envió al
marqués de Tracy con una escuadra. Los iroqueses, rechazados al
principio, volvieron pronto a la carga, viéndose apoyados por los
ingleses, y un horrible degüello de colonos tuvo lugar en las
cercanías de Montreal.