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Prosigo por senderos envueltos en la bruma de un antiguo pasado
que ondea en efluvios embriagadores del alma y llego, sumergido en un piélago de
melancolía, frente al edificio de villa Adele que, austero en su decorosa
nobleza, se yergue en un umbroso silencio preñado de recuerdos. y me brinda
piadosamente la visión de aquella lejana mañana en la cual me recibió, pequeño
niño desubicado, mientras que esperaba, ordenado en hileras con otros niños, que
las puertas se abrieran para nuestro primer día de escuela en la primaria.
Nuestras vidas misteriosamente habían cambiado. Ya no era la misma escuela de
antes, ya no eran las mismas caras conocidas; Anzio, de la cual éramos la
pequeña prole se manifestaba en ese cambio, dirigiendo a la láctea semilla
de su futuro ¡Cuantas imágenes, salen de mi corazón flotando tristemente en la
oscuridad nocturna! Gotas de pasado que como rastros etéreos esparcidos en el
curso del tiempo me envuelven en una muchedumbre de uniformes inmersas en una
conmovida espera, cerca de la tierna presencia de nuestros padres. Y me abandono
en la marea de los recuerdos que tú, Anzio, dilecta madre milenaria, esparces en
los cielos de mi alma, mientras las horas se deslizan lentamente en el
silencioso abismo de la eternidad. |
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