Con una sola sílaba, pronunciada por una impetuosa timidez que
enfurecía en mis venas, destruí mi primer sueño de amor que como angelito
voloteaba en la ingenuidad del cielo de mi alma rociándolo con la promesa de una
infinita felicidad. Justamente aquí estaba, parado frente a esa muchacha que
pobló mis suspiros en las largas noches que siguieron y que abismó en
tumultuosos y atormentados estremecimientos de melancolía mi corazón, por mucho
tiempo.
¡Anzio mía, que gélido abrazo me diste en esa tarde inundada de
primavera, cuando la vi alejarse en compañía de su amiga, llevando en su mirada
una triste decepción por una respuesta que nunca hubiera imaginado!
¡Todavía siento como cada uno de sus pasos cavó una vorágine de
soledad desconsolada en la cual mi alma precipitaba sollozando amargamente y
como tus calles, Anzio, se encendían inundadas por los flameantes vendavales de
mi arrolladora pasión y acogían mis inquietos pasos que vagabundeaban empujados
por la dulce esperanza de volverla a encontrar y arrullar las penas de mi
corazón contemplando su belleza!
¡Y tristemente flota el sol de mi adolescencia en el tenebroso
regazo de la noche que ha declinado suavemente, pintando tácitamente tu cielo,
Anzio, con arcanos suspiros de estrellas!