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Los presentes, excepto el abogado Molist, se miraron un poco sorprendidos, pero el notario inmediatamente continuó la exposición: —Don Jaume Bofarrull manifestó el deseo de dejar en plena propiedad y usufructo la finca denominada “Ca’n Nicolau” situada en el término municipal de Cabrils, provincia de Barcelona, a don Tomás Bofarrull. En los ojos de Tomás Bofarrull pudo leerse un destello de decepción pero ningún otro gesto se escapó de su rostro y siguió atento las palabras del notario que continuaba diciendo, —También es deseo de don Jaume Bofarrull, expresado en su testamento, que pase a ser propiedad del señor Gil Bofarrull la mansión, conocida por la familia como “El Castell”, así como los terrenos colindantes en el barrio de Horta de Barcelona, situados en la carretera de Horta a Cerdanyola kilómetro dos coma tres. Gil Bofarrull parecía agradablemente sorprendido, sacó un cigarrillo de su bolsillo y se disponía a encenderlo cuando vio como el notario le dirigía una severa mirada que expresaba, sin duda, desaprobación, desistiendo inmediatamente de ello. —Finalmente, que la finca situada en la Rambla de Cataluña número ciento cinco de Barcelona pasa a ser propiedad de la señorita Montserrat Bofarrull —Montse dirigió una sonrisa a su hermano Gil, el notario continuó— … y la casa y terrenos colindantes ubicados en la población pontevedresa de Camposancos fueran transferidos en propiedad al señor Manuel Blanco. A Manuel le dio un vuelco el corazón cuando oyó aquellas inesperadas palabras. La mansión de Camposancos era el lugar donde había pasado los veranos de su infancia y adolescencia, inolvidables días de vacaciones junto al mar, además de encontrarse muy cerca de la casa natal de su madre. Se sentía inesperadamente feliz y a penas prestaba atención a las últimas palabras del notario que decía, —…el resto de las fincas, propiedades y valores propiedad de don Jaume Bofarrull, quedan, por el momento, sin impartir y serán administradas, temporalmente, por don Bernabé Molist en calidad de albacea testamentario, hasta su dotación definitiva a uno de los presentes. Un revuelo de comentarios y preguntas por parte de los cuatro herederos invadió la sala ante las que el notario se mostró impertérrito y solo aseveró, —Esta notaría tiene instrucciones de abrir un sobre con nuevas voluntades de don Jaume, cuando se den unas determinadas circunstancias las cuales no me está permitido rebelar. En tal caso serán ustedes oportunamente citados. Dicho esto, el notario abandonó la sala con un escueto saludo dirigido a cada uno de los presentes. Fue entonces cuando hablo Bernabé Molist el abogado del difunto: —Haré llegar a cada uno de ustedes las llaves y títulos de propiedad de las fincas que les han sido asignadas. Dicho esto, el abogado se despidió y salió por una puerta lateral que aparentemente comunicaba con las oficinas de la notaría. Tomás Bofarrull fue el siguiente en abandonar la sala visiblemente contrariado, sin apenas despedirse del resto de sus familiares, sólo con un escueto “buenas tardes”. Gil Bofarrull, a continuación, besó en ambas mejillas a su hermana y dirigió una leve inclinación de cabeza a Manuel Blanco, a modo de despedida. Montserrat y Manuel fueron los últimos en salir de la sala y bajaron juntos hasta la calle. |
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