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Magda pasaba las hojas de La Nación sobreleyendo los títulos
con fastidio. Sentada en su cama ocasionalmente se detenía en algún artículo
prometedor para abandonarlo después de tres párrafos al mordisquear otra de sus
tostadas de pan con salvado diet y queso blanco light. En el momento de girar
una página pensó en lo bueno que sería que le gustara la comida chatarra sólo
para patear el tablero, ensuciarse un poco por dentro, transgredir tanta vida
sana. Luego de la disgresión, mirá si estarás vieja y aburrida que al pensar en
pecar sólo se te ocurre un Mc Donald's, tiró el periódico a un costado y de un
envión se levantó hasta el baño en donde abrió la canilla para ir calentando el
agua. En una hora se firmaba una escritura en su estudio.
¿Y hoy qué me pongo? Repasó el ropero de memoria y espió de
reojo su cuerpo en el espejo antes de ingresar a la ducha, cayente pese al queso
blanco y la vida sana, observó, salvo los ojos nada era lo que había sido y
tampoco, porque si bien el color y la forma se mantenían ya poco quedaba de
aquel brillo, de aquella profundidad tras sus pestañas, antaño espesas, que
supieron embaucar a más de uno. ¿Y qué querés?, los cincuenta y ocho no vienen
solos piba, tanteó la temperatura antes de acomodarse bajo la lluvia. Piba, sólo
a ella o a sus congéneres se animaba a seguir diciéndoles piba. ¿Y qué?, ¿me voy
a tratar de señora? A través del agua en sus oídos le pareció escuchar el sonido
del teléfono, no fallaba, alguna mágica conexión debía de activarlo en el
momento exacto en que terminaba de enjabonarse, dudó un segundo entre apurarse o
dejar que atendiera el contestador, ¿cuán urgente podía ser como para que se
justificara un resbalón con la posiblidad de romperse la crisma?, justo ahora
que estaba a punto de viajar. En dos días salía para Guatemala, el primer viaje
desde que murió Roberto hacía de esto ya tres años. ¿Y porqué Guatemala?,
preguntaron sus dos hijos, Mónica su socia, Javier y su nuera. ¿Y porqué no?
Desde que enviudó, su gente insistía con que viajara para distraerse pero cuando
finalmente lo decidió llegaron los cuestionamientos: ¿y te vas a ir sola?, ¿no
sería mejor Estados Unidos que es más civilizado?, mirá si hay guerrilla,
¿sabrás arreglarte? Como si fuera una idiota, como si no fuese la profesional
autónoma que era, la que vivía de resolver los problemas a los demás, como si
necesitara de ellos para moverse. ¿A Roberto también le habrían dicho lo mismo
de haber sido el viudo?, ¿o su condición de hombre lo hubiera habilitado
automáticamente más allá de su inutilidad?, porque que Dios la perdonara y a él
lo mantuviera en Su Santa Gloria pero inútil, era inútil.