Otros han abordado la cuestión de la relación entre Matemática y realidad sin
pertenecer estrictamente al ámbito de la Filosofía. El físico David Bohm,
discípulo de Einstein, se ha basado en la mutua implicación entre mundo y
conciencia, viendo en la Matemática un modo de construir un mapa de la realidad,
de un carácter aproximativo, que debe ser corregido continuamente (4). Como
Husserl, ha planteado además una crítica al cartesianismo, por su falta de
capacidad para dar cuenta del fondo interconectado y multidimensional de la
realidad. Intentó un nuevo abordaje utilizando, no el Análisis Matemático, que
concibe todo movimiento como una función trazada en el marco de los rígidos ejes
cartesianos, sino en la Topología, que busca invariantes cualitativos en
configuraciones espaciales fluidas. Para él, la Matemática habitualmente
utilizada en Física, en realidad, no funciona. Sin embargo, buscó hacer planteos
serios tomando conceptos que también pertenecen al ámbito de la Matemática.
Sabía que sin el lenguaje matemático no podía considerar que su paradigma
tuviera carácter científico, pero no nos dijo por qué esto es así.
Ante la falta de una respuesta a la pregunta ¿por qué el proyecto científico
moderno funciona? -algo difícil de comprender teniendo en cuenta que la ciencia
moderna va en contra de nuestra experiencia, una experiencia que nos muestra
que, como decía Husserl, "la Tierra no se mueve", una experiencia que nos
muestra que los colores no se diferencian entre sí por grado sino por cualidad-,
me pareció que hacía falta buscar otras ideas, fuera del ámbito de la
Epistemología, para abordar un nuevo análisis de la ciencia.
Tal vez, pensé, el problema es que no hemos sabido definir qué significa la
palabra "funciona" en el ámbito de la ciencia moderna, y más específicamente en
aquellas áreas que han sido abordadas con instrumental matemático. Se dice que
las Ciencias Biológicas y las Humanas fallan en encontrar su propio camino hacia
la objetividad porque sufren de una "envidia de la Física". Es lo que sostenía
el paleontólogo Stephen Jay Gould (16). Pero ¿esa envidia es infundada, o tiene
sentido?