Esta idea de ?traducción? ha sido entendida por los positivistas como una
?reducción? de un lenguaje teórico a otro puramente observacional. Esto es
cuestionable, así sea sólo porque los enunciados de una teoría son generalmente
universales, mientras que nuestras observaciones y experiencias son siempre
particulares. No percibimos más que una pequeña parte de los fenómenos que
podríamos llegar a percibir, así sea sólo por la limitación de nuestra vida, de
nuestra sensibilidad, y de nuestra capacidad para recibir información acerca de
las experiencias de los demás.
Dentro del ámbito anglosajón se ha desarrollado una línea de pensamiento que,
partiendo del Positivismo, se ha vuelto sumamente crítica con respecto a él (6),
y es la que actualmente goza de más ascendiente tanto dentro de la comunidad
filosófica como de la científica. Karl Popper, procediendo de la Escuela de
Viena, se alejó progresivamente de sus convicciones iniciales, motivado sobre
todo por haber advertido que la revolución que sufrió la Física a principios del
siglo XX fue más importante de lo que los positivistas habían creído. Para él,
de toda teoría realmente científica pueden deducirse enunciados observacionales
capaces de ser puestos a prueba sobre la base de lo que un acuerdo
intersubjetivo establece como ?lo observable?. Si esos enunciados se verifican
(lo cual es posible porque son, justamente, observacionales) la teoría se
conserva hasta nuevo aviso. De lo contrario, debe abandonarse, pues ha sido
?falsada?, y debe buscarse otra que la sustituya, que dé cuenta de los hechos de
los que daba cuenta la anterior teoría, y también del hecho que la falsó. ¿Qué
pasa si de una teoría no pueden deducirse enunciados observacionales capaces de
falsarla? En ese caso, se trata, no ya de una teoría científica, sino de una
teoría ?metafísica?. Lo cual no significa, como sostenía la Escuela de Viena,
que no tenga sentido. Pero no es científica. Así resuelve Popper el problema de
la demarcación: separar lo que es ciencia de lo que no lo es. Un problema que
Kant fue el primero en abordar, y a quien Popper ha señalado como uno de sus
predecesores en este campo.
Para Popper, la racionalidad científica es una racionalidad ?crítica?. Eso
significa que avanza descartando explicaciones posibles acerca de los fenómenos.
Como esas explicaciones posibles son, en principio, infinitas, la verdad
absoluta nunca se alcanza. Cada explicación funciona, por otra parte, como una
restricción de sucesos posibles, estableciendo que sólo sucede aquello que,
según las leyes de la Naturaleza que la teoría enuncia, ?debe? suceder. La
teoría se entiende como un movimiento dialéctico entre lo real y lo posible. El
ideal sería alcanzar una teoría que demuestre que sólo puede suceder lo que de
hecho sucede. Pero se trata, como también pensaba Kant, de un ideal fácticamente
inalcanzable. Eso hace de la dialéctica de Popper un sistema abierto, sin
síntesis final, lo cual coincide a la perfección con sus ideales políticos
liberales.
La idea central de la epistemología popperiana es, entonces, de un modo, a su
manera, muy kantiano, que la ciencia funciona porque se mueve continuamente,
porque no se congela en convicciones absolutas, y allí radica su éxito como
programa de investigación. Lo positivo de la ciencia está en su rechazo de lo
falso (su afirmación está en negar lo negativo), sin que eso lleve a una verdad
como síntesis perfecta entre el lenguaje de la teoría y el de la
observación.