Pronto veremos si esa opinión poco halagadora es
acertada. Por el momento servirá para llamar la atención sobre el
hecho significativo de que en cierto sentido la literatura y la
psicología rivalizan; son los dos métodos por excelencia para
tratar de la personalidad. Los métodos de la literatura son los del arte;
los métodos de la psicología son los de la ciencia. Nuestro
planteo es el siguiente: ¿qué procedimiento es el más
indicado para el estudio de la personalidad?
La literatura tiene siglos de delantera, y fue manejada por
genios de la más alta calidad. La psicología es joven y
engendró hasta ahora muy pocos genios en la descripción y
explicación de la personalidad humana. Siendo joven, le convendría
a la psicología aprender algunas verdades básicas de la
literatura.
Para señalar lo que puede aprender provechosamente,
veamos un ejemplo concreto. Lo tomo de la antigüedad para mostrar con
claridad la madurez y la sazón de la sabiduría literaria. Hace
veintitrés siglos Teofrasto, discípulo y sucesor de
Aristóteles en el Liceo de Atenas, escribió una serie de breves
caracterizaciones de ciertos atenienses. Treinta de esos bosquejos han
sobrevivido.
El que elegí se llama "El cobarde". Nótese su
intemporalidad. El cobarde de hoy es esencialmente el mismo tipo de mortal que
el cobarde de la antigüedad. Adviértase también la notable
prescindencia de subterfugio y la concisión del retrato. No hay palabras
innecesarias. Es como un soneto en prosa. No se le podría agregar ni
quitar ni una sola frase para mejorarlo.