La sacudida que produjeron las ciencias naturales y
biológicas en la psicología explica el empeño de esta
disciplina por alcanzar la cumbre de la respetabilidad científica. Los
progresos metodológicos han sido realmente grandes; pero los resultados
obtenidos mediante estos dos procedimientos no han resuelto de ningún
modo, hasta ahora, el problema de la personalidad humana. Su valor reside
principalmente en los adelantos que lograron en la psicología de las
sensaciones y los reflejos, o, como dijo alguien con un dejo de burla, la
psicología "oftalmootorrino-laringológica".
En estos últimos años el tercer viento
comenzó a soplar a su vez con fuerza de ventarrón. La ciencia
social se está convirtiendo en huracán. Se niega a alternar
amistosamente con las ciencias naturales y biológicas, y reclama poco
menos que la exclusividad para el estudio de la zona mental. Los
antropólogos y los sociólogos no dan cuartel. La mente, insisten
en afirmar, se modela casi completamente por el influjo de las exigencias
culturales. El lenguaje es anterior al individuo, lo mismo que la
religión, las normas éticas y el régimen económico,
dentro de los cuales el individuo nace. La mente no es materia para el estudio
instrumental o biológico, sino para el estudio cultural. Numerosos
psicólogos adoptaron, al menos parcialmente, este criterio, y
recientemente provocaron una rebelión en sus filas, con el resultado de
que cuatrocientos de ellos formaron una sociedad para investigar, de la manera
más realista que se pueda, el destino de la mente, determinada y
restringida por los gigantescos movimientos de la sociedad
contemporánea.
El cuarto viento que sopla en nuestro centro tormentoso es
más suave y menos voraz. Pero siempre se siente su presencia. Pese a las
corrientes contrarias, quizá sea el viento que predomina. Es el viento
del humanismo. Dígase lo que se diga, son la filosofía y la
literatura, y no las ciencias naturales, biológicas o sociales, las que
fomentaron la psicología a través de los siglos. Hace
relativamente pocos años que la psicología se desprendió de
la filosofía y el arte para transformarse en el centro tormentoso que es
ahora.