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Los Araucanos o Mapuches, como se llaman estos indios a sí mismos, son de estatura mediana o baja. Por lo general, los hombres alcanzan 1,60 a 1,70 m y las mujeres llegan apenas a 1,40 0 150 m. En su gran mayoría son corpulentos y ventrudos, una característica de los pueblos de alimentación predominantemente vegetal. Brazos y piernas son musculosos, pero cortos; las manos y los pies pequeños, regordetes y redondeados; el cuello corto sostiene una cabeza grande de tipo braquicéfalo; la cara es ancha con leve prognatisino y pómulos salientes. Se caracterizan además por una frente angosta, nariz ancha y aplastada, ojos pequeños, algo oblicuos, boca grande de labios abultados y mentón ancho y corto. Algunos caracteres sólo se manifiestan en forma más acentuada y fea en los adultos, pues entre los dieciséis y los dieciocho años de edad, los individuos de ambos sexos son extraordinariamente simpáticos.

El color de su piel es casi cobrizo y despide un olor penetrante, muy desagradable al olfato europeo. El cabello es negro, lacio y tan grueso y resistente que en una lucha especial denominada loncotun, los indios se aferran de los cabellos y se tironean con tanta fuerza y tanto tiempo hasta el que uno de ellos cae al suelo. En el resto del cuerpo tienen poco pelo. Por lo demás, aborrecen tener vello y lo extirpan, hasta parte de las cejas y de la barba tanto como les es posible, aun cuando sólo les brota un ligero bozo. Las mujeres cuidan mucho la tersura de su cuerpo y se arrancan sin piedad toda vellosidad sea de la parte que fuere, con una pincita llamada payuntuve, especialmente confeccionada para esta finalidad. Para una araucana no hay peor agravio que asegurar que tiene un cuerpo peludo.

Como todos los indios, el araucano es serio, lacónico e introvertido.

Siempre lleva vestimenta completa y buena. Es más fácil ver un chileno harapiento, semidesnudo, que un indio envuelto en trapos. Además de la ropa interior que hoy en día se adquiere en general en la tienda, las principales prendas de vestir del hombre son el chamal y la manta (mactifi) que en la mayoría de los casos tejen ellos mismos con la lana de sus propias ovejas. El chantal es un amplio cuadrado de paño oscuro, que se cruza y envuelve entre las piernas de tal manera que parece un par de pantalones y se sujeta al cuerpo mediante un ceñidor. La manta equivale a la misma prenda chilena, con su abertura en el centro para pasar la cabeza y se lleva echada sobre los hombros. En la actualidad, el mapuche se cubre la cabeza con un feo sombrero de fieltro negro, pero aquí y allá se suele encontrar aún algunos ancianos con su típica y pintoresca vincha, adornada con guarniciones de plata (trarilonco). Los pobres andan descalzos o bien usan ojotas de suela sin curtir; los ricos, los caciques, calzan botas de piel de oveja con tacones puntiagudos.

La mujer da al chamal la apariencia de un vestido y lo ajusta a su titile mediante una faja ancha de abigarrado diseño que ella misma teje (trarihué). En derredor del cuello anuda la mantilla que pende sobre los brazos como una pañoleta o iculla. Un pañuelo grande anudado alrededor de la cabeza, sujeta el cabello y hace las veces del trarilonco del hombre. Por muy fina que sea la lana del chamal y alegres los colores de su cinturón, la araucana no se da por satisfecha. Como toda auténtica mujer necesita joyas. Estas no son nada sencillas y están confeccionadas en plata pura.

Una india rica, y se las encuentra a diario, lleva los siguientes aderezos.

 
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de Otto Bürger

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