El araucano actual es agricultor. Siembra de preferencia trigo, planta papas y cría caballos, vacas y ovejas. En general, las áreas cultivadas son pequeñas. No hay latifundistas y en su mayoría las cosechas cubren apenas las necesidades de cada labriego. El dinero que entra a la casa proviene de la venta de los animales jóvenes. Además, el bosque y el campo proveen toda clase de frutos comestibles silvestres, sobre todo las semillas del pehuén, o Araucaria imbricata. En la época en que maduran las pifias los indios realizan largas excursiones para recoger los piñones. Según me informaron, los guardan en pequeñas cámaras de almacenaje que entierran bajo el lecho de los arroyos para mantenerlos frescos. También se alimentan de las semillas del roble de hojas caducas, árbol que les provee asimismo de un codiciado hongo que prolifera en sus ramas, se trata de un hongo de cuerpo esférico, blanco, amarillo o amarillento, el galgal, presumiblemente de exquisito sabor. Otros frutos comestibles son las bayas ovaladas, purpúreas, de dos centímetros de largo del peumo, la perita que sigue a la maravillosa flor del copihue, las nueces del avellano, las dulces bayas rojo azuladas del guñi, las del mirto, muy apreciadas también por los chilenos y las frutillas o llahueñ, muy abundantes en su suelo. Pero la alimentación del araucano moderno se basa en un desayuno de harina tostada con agua fría o muño, v mote, caco, granos de trigo liberados de su corteza mediante cocción, pan y carne de caballo. Core es el nombre de todas sus comidas por ejemplo: galgal-core, es un plato de hongos; degull-core, una comida hecha con porotos o el lon-core, carne cocida. El locro es una comida preparada con carne y papas.
De todos los bienes que la Conquista del continente trajo al araucano -y no fueron pocos- el mejor regalo fue el caballo, animal con el que debemos imaginar identificado al indio y que aprendió a emplear en sus posteriores guerras con los españoles y los chilenos. Lo llama kaweIlu o cahuellu una derivación del vocablo español caballo. Así como la mujer se engalana con todos los adornos que posee, el hombre los cuelga sobre su caballo y las cabalgaduras de los caciques resplandecen en plata. Freno, cabestro, riendas, estribos, todo es de plata y por añadidura enormes cadenas del mismo metal aumentan el peso de los arreos. En muchos casos, el indio no usa montura, sino cabalga sobre un gran número de mantas de distintos colores, tejidos por sus mujeres.