Y el rico tenía mucho calor (por supuesto, en el infierno aún
no hay aire acondicionado), un calor abrasador. Tenía mucha sed y no había agua.
Así que gritó de nuevo y dijo: "Dios, por favor, al menos envía a Lázaro con un
poco de agua, tengo mucha sed".
Y Dios dijo: "Lázaro tuvo sed muchas veces, casi muriendo en tu
puerta, y tú nunca le diste nada. Se estaba muriendo, hambriento en tu
puerta, y aunque dabas una fiesta cada día con muchos invitados; a él siempre le
echaban de la puerta tus criados, porque los invitados eran poderosos:
políticos, diplomáticos, hombres ricos; y un mendigo era inoportuno. Tus criados
le perseguían cuando tenía hambre, mientras que la gente que estaba invitada se
saciaba. Tú nunca miraste a Lázaro. Ahora es imposible".
Y se dice que Lázaro se rió.
Ésta se convirtió en una profunda historia sobre la que
reflexionaron muchos místicos cristianos. Fue como un koan zen, y en los
monasterios cristianos se han estado preguntando una y otra vez por qué se
rió Lázaro.
Se rió de lo absurdo de las cosas. Nunca había sabido que un
don nadie como el, un leproso, un mendigo, entraría alguna vez en el cielo. No
podía creer que esto sucediera. Y tampoco podía creer lo contrario: que un rico,
el más rico de la ciudad, iría al infierno. Se rió.
Y Lázaro aún se ríe. Y también se reirá cuando tú mueras: si
eres alguien se reirá, porque serás expulsado. Si eres nadie, ordinario, se
reirá, porque serás recibido.
En este mundo, porque existe el ego, todas las valoraciones
pertenecen al ego. En el otro mundo, en la otra dimensión, las valoraciones
pertenecen al no-ego. De ahí, el énfasis de Buda en no-ser, anatta. El
dijo: "Ni siquiera creas 'Soy un alma', porque también eso puede convertirse en
un ego sutil. No digas 'Aham Brahmasmi: Soy Brahma, soy el Ser Supremo'.
Ni siquiera digas eso, porque el Yo es muy astuto. Puede engañarte. Te
ha engañado durante muchas, muchas vidas y puede seguir engañándote.
Simplemente di: 'No soy' y permanece en ese no-ser, permanece en esa
nada, vacíate del ser".
Hay que deshacerse del ser. Una vez que se ha arrojado al ser,
no falta nada. Empiezas a rebosar y comienzan a caer flores sobre ti.