Uno de mis amigos era comunista, pero muy rico, y nunca sintió
la contradicción. Era un burgués bien alimentado que jamás trabajó con sus
manos. Tenía muchos criados; pertenecía una antigua familia real. Hizo un viaje
a Rusia en 1940. Cuando regresó, me dijo: "Dondequiera que fui, me empecé a
sentir culpable. Porque siempre que estreché las manos de alguien pude sentir
inmediatamente que el otro sentía que mis manos no llevaban ninguna de las
marcas de un trabajador. No son proletarias, son burguesas, ¡suaves!,
¡femeninas! E inmediatamente la cara de la otra persona cambiaba y soltaba mi
mano como si yo fuese intocable". Me dijo: "En la India, siempre que estrecho
las manos de alguien mis manos son apreciadas. Son bellas, femeninas,
artísticas. En cambio en Rusia me sentí tan culpable de mis manos que incluso
empecé a pensar en cómo destruir su suavidad, para que nadie me mirase como a un
explotador, un burgués, un rico".
Porque allí, el trabajo se ha convertido en un valor. Si eres
proletario en Rusia eres alguien. Si eres rico, eres un pecador. Cualquier cosa
es sólo un concepto relativo.
En la India hemos respetado a los bhikkus,
swamis, sannyasins. Y también fue así en la China anterior a Mao.
El hombre que renunciaba al mundo era el más respetado y la sociedad
cuidaba de él; era la cima más alta de la humanidad. Cuando llegó el comunismo a
China, miles de monasterios fueron completamente destruidos, y todos los monjes
-respetables hombres del pasado- se convirtieron en pecadores porque no
trabajaban. Desde entonces sólo puedes comer si trabajas, y mendigar es una
explotación prohibida por la ley; ahora nadie puede mendigar.
Si Buda hubiese nacido en la China de Mao habría tenido
dificultades. No se le habría permitido mendigar, se habría pensado que era un
explotador. Incluso si Marx hubiera nacido en China o Rusia, habría tenido
dificultades, porque en toda su vida lo único que hizo fue leer en el Museo
Británico. No era un proletario, no era un trabajador. Y su amigo y colaborador,
Fredrick Engels, era muy rico. En Rusia se les adora como dioses, pero si
Fredrick Engels fuese ahora a visitarla, tendría problemas. Nunca trabajó; vivió
del trabajo de los demás. Y ayudó a Marx; sin su ayuda Marx no habría escrito
Das Kapital o el Manifiesto Comunista. Pero ahora es diferente.
Hoy en Rusia él tendría dificultades. La moda ha cambiado; los conceptos
cambian.