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No obstante, el almuerzo había proporcionado una agradable diversión. Los almuerzos después de la misa son, en general, algo más vivos y animados; desde luego, se trae un pensamiento mejor de aquello que se ha visto y oído, y los buenos pensamientos ponen un rayo en el semblante; en seguida, aun entre cristianos respetuosos y creyentes, la misa proporciona materia para la conversación. No se dejó de notar la compostura poco correcta de la mujer del alcalde y de sus hijas, se encontró que el maestro de escuela cantaba en falso y que el Domine, salvam fac Rempublicam torturó los oídos; y el sermón del señor cura, ¡fue tema para los comentarios! ¿No hacía alusiones, aquí y allá, reproches indirectos, lecciones dirigidas directamente a alguien? ¿No había ido un poco lejos el excelente cura, atacando el lujo mundano y anatematizando los trajes demasiado soberbios? Era un poco severo el señor cura, pero un santo.

Sin embargo, concluido el almuerzo, se pasó al salón, a la sala de billar, y la lluvia caía siempre, la lluvia protectora, de las liebres y las perdices. Era necesario resignarse; los hombres fuman jugando al billar, las damas se reúnen en torno de la gran mesa del salón... Pero es domingo y las labores de costura, están prohibidas, no se puede trabajar para los pobres. Siendo permitida la lectura, alguien lee en voz alta la Gaceta de Francia; el folletín literario reúne todos los sufragios ; no se escatimó nada a la gracia, elegante y al talento delicado del autor. Pero en cuanto todo el mundo es de la misma opinión la conversación languidece pronto; ahora, suscitada la charla política, los hombres y las mujeres son realistas y no tenían ningún medio de disputar un poco. ¡Ah, si hubiese habido solamente un pobre republicano a quien poner en la picota!

Y la lluvia caía siempre, gris como el aspecto de las doce o quince personas que la veían caer. En torno del castillo habíase formado un lago; llovía sobre los árboles y de los árboles, y a un miembro del Instituto se le ocurrió esta cita de Virgilio: bis pluit in silvis.Este latín aumentó la tristeza general; era muy de circunstancia.

De repente, la marquesa de Rillé, en medio del silencio, tomó la palabra:

-Mis queridos amigos -dijo con su voz dulce y clara, -confiesen que se aburren sobremanera.

 
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El juego de las virtudes de Henri de Bornier   El juego de las virtudes
de Henri de Bornier

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