Gran desdicha es para una ciudad que su jefe dicte resoluciones
a granel, impensadamente, ¡pero es mayor desgracia todavía que el
jefe no pueda estampar ni una sola resolución!
Volvió a reunir a los "malvados" y les dijo:
-Decidme, malvados, ¿en qué consiste, en vuestro parecer, el
verdadero daño?
Y "los malvados" le respondieron unánimes:
-A nuestro parecer; el verdadero daño no se
producirá hasta que no se acepte nuestro programa, íntegramente,
en todas sus partes. Y nuestro programa es el siguiente. Que nosotros, los
malvados, hablemos, y los demás callen. Que nuestras iniciativas y
proposiciones, las de los malvados, se acepten inmediatamente, y los deseos de
los demás no sean examinados. Que nosotros, los malvados, viramos a
nuestras anchas, y todos los demás no tengan donde caerse muertos. Que a
nosotros, a los malvados, se nos cuide bien y se nos mime, y a todos los
demás se les cargue de grilletes. Que el daño que hagamos
nosotros, los malvados, se considere como beneficio, y lo que hagan los
demás, aunque reporte beneficio, sea considerado como daño. Que
nadie se atreva a decir una palabra de nosotros, los malvados, y que nosotros,
los malvados, inventemos lo que queramos contra cualquier persona y podamos
ladrarlo a nuestro antojo. Si se cumple estrictamente todo esto, habrá
verdadero daño.