Estuvo piensa que te piensa, y de pronto se sintió
Iluminado: "La razón", ésa era la causa. Se puso a
recordar diversos casos, y cuanto más recordaba, más se iba
convenciendo de que, aunque había ocasionado muchos perjuicios, no
había llegado a infligir verdadero daño, un daño de tal
naturaleza, que apabullase a todos de golpe y porrazo. Y no lo había
hecho por impedírselo "la razón". Cuántas veces
le había ocurrido esto. Montaba en cólera, levantaba la mano para
golpear, prorrumpía en gritos: "¡Lo destrozo!", y de
pronto la razón" le decía: "¡Pero qué burro
eres, hermano!" Y claro, se abstenía. De no haber sido por "la
razón", habría llegado a la etapa del presidio hacía
tiempo.
-¡Hace mucho que en mi territorio se habrían
vuelto todos juiciosos! -gritó con alterada voz, al darse cuenta de su
descubrimiento.
Y blandió amenazador el puño en el espacio,
pensando que al menos, en la medida de sus fuerzas, reportaría con ello
algún beneficio al territorio de su mando.
Por suerte para él, vivía en la ciudad una bruja
que adivinaba el porvenir en los pocillos del café y sabía, entre
otras cosas, quitar "la razón". Corrió a su casa el jefe
y le gritó: "¡Quítamela!" La bruja vio que el
asunto era urgente y, con viveza, le encontró en la testa un agujero y
abrió la válvula que lo tapaba. De pronto, por el orificio
salió algo, con silbante bufido... ¡y sanseacabó! Nuestro
hombre se quedó sin razón...