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Al cabo de unas semanas Nuria recibió una llamada por la que le trasmitieron una noticia que la trastornó: su amiga Martina había muerto. Quedó abatida. Por primera vez pensó en la muerte seriamente, por primera vez le había tocado a una persona de su edad, a una persona tan cercana que podría ser ella misma. Una extraña sensación de impotencia y provisionalidad le embargó. Luego lloró violentamente durante un buen rato hasta que quedó agotada por el llanto. Estuvo el resto de la mañana abstraída y melancólica, le costó reaccionar.
Al día siguiente, en el entierro, encontró a José Manuel, el marido de Martina, como un náufrago en un mar de confusión. Entre silenciosos sollozos repitió:
—Le había dicho muchas veces que dejara de fumar pero ya sabes como era… El tabaco me la ha quitado.
Ella le besó en ambas mejillas en silencio, él le dirigió una mirada interrogante a la que Nuria no supo responder.
Al llegar a casa, Nuria reaccionó con rabia y tomó una firme determinación: “A partir de ahora disfrutaré de la vida tanto como pueda.”
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Consiga El color del cristal de Josep Maria Salvat en esta página.
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