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Le miraron irónicamente cuando al firmar el contrato les dijo que era estudiante, pero no pusieron pegas al recibir el dinero. Hay que ver cómo es la gente, le estaban desposeyendo de casi todo su capital y encima parecía que le estaban haciendo un favor. Aunque, seguramente, no se comportaran así con todo el mundo. A lo mejor tenía que empezar a vestir de otra manera, o a dejarse bigote, para que ya no se atrevieran a dirigirse a él con tan poco respeto. De momento, se armó de valor y se echó a la calle a buscarse la vida. De acuerdo, prostituiría durante unas horas al día sus preciosas capacidades por obtener el vil metal. Alquilaría su alma a alguna empresa para poder subsistir. ¡Ah, qué mundo tan inhóspito habían logrado construir los humanos! Nunca hubiera imaginado que tales problemas iban a tener que ver con él, en el fondo confiaba en que, simplemente por ser como era, todo tenía que presentársele en bandeja. Tal vez había estado siendo aquejado de un exceso de autoestima, o había nacido en una época o un continente equivocado. Quizá debería haber terminado su carrera. Quizá su mamá tenía razón cuando le gritaba: -Verás como algún día me das la razón". Tanto no querer dar su brazo a torcer, para ahora tener que dejarle hecho un ocho encima del primer mostrador donde le aceptaran.

En cualquier caso, esto de vagabundear en busca de trabajo estaba ocasionándole una crisis demasiado fuerte como para afrontarla con el estómago vacío.

Andrés - ¡Hola! ¡Buenos días!

Camarero - .....

Andrés - ¡Que buenos días! (¿No ves como no me hace caso ni el mocoso este con cara de lelo?)

Camarero - ¿Sí?

Andrés - Un desayuno con porras, por favor.

Camarero - No se sirven desayunos ya. Son las doce y cuarto. Lo siento, señor.

 
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Andrés, Andresito, Andrés de Pilar Benito   Andrés, Andresito, Andrés
de Pilar Benito

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