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Estaba asfixiándose colgado de una barra de aquel vagón atestado. Intentó ahuecarse un poco la ropa.

Señora ? Oiga usted, que me va a sacar un ojo.

Andrés ? Perdone, sólo quería...

Señora ? Pues fíjese para otra vez en dónde pone el codo.

Tenía que salir de allí como fuera, se encontraba al borde de la lipotimia. Toda aquella gente, un bulto informe de cara amorfa, un color pardo desvaído por la desilusión y la rutina sin interrogantes, y un olor ?¡madre, qué olor!? originalísimo, eso sí, no podía oler igual en ningún otro lugar. Podría haberle servido de experiencia si su estómago se hubiera mostrado valeroso, pero no hubo manera. La vida tendría que seguir curtiéndole en otro momento, él se apeaba. Al cabo, le daba lo mismo en una u otra estación.

Lloviznaba cuando emergió a la superficie, lo cual habría agradecido si no fuera porque sus lentes no tenían limpiaparabrisas. Por no tener, no tenían ni patillas. Los sujetaba con una goma que le circundaba la nuca y que él intentaba ocultar entre sus rizos morenos. Padecía de una miopía galopante que le impedía prescindir de aquellos dos cristales llenos de rasguños, equilibristas esforzados sobre su personalísima nariz. Visto de perfil tenía un aspecto verdaderamente confuso, debería cuidar un poco su imagen si quería trabajar en una empresa de prestigio, porque en este mundo la apariencia es la sustancia y lo sustancial no vale para nada. ¿A quién puede importarle quién eres o cuál es tu pasado? Si alguna vez alguien hace como que te escucha es por mera cortesía, o porque espera su turno para aprovechar y desahogarse también, o para beberse una copa a tu salud de tu bolsillo. Importa lo que pareces y hasta dónde estás dispuesto a bajar tus pantalones. Comenzó a deambular sin tino, mirando de soslayo en los escaparates la figura que tantas veces les había enorgullecido y ahora le acomplejaba. Estaba deprimiéndose tanto que no podría convencer a nadie de estar cualificado para ningún trabajo. Recordaba las palabras de Miguel Hernández cuando, como él, hubo de verse

... Topado por mil senos, embestido
por más de mil peligros, tentaciones,
mecánicas jaurías...
... ¡Qué confusión! ¡Babel de las babeles!
¡Gran ciudad! ¡Gran demontre! ¡Gran puñeta!
¡y su desequilibrio en bicicleta!...
... ¡Ay, cómo empequeñece
andar metido en esta muchedumbre!...

***

 
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Andrés, Andresito, Andrés de Pilar Benito   Andrés, Andresito, Andrés
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