Recepcionista - No, mire, lo siento. Quizá al mes que viene se mude algún
inquilino, pero de momento está todo ocupado.
Andrés -
¿Y no podría usted indicarme algún sitio donde ir a preguntar?
Recepcionista
- Pues no sé. Ahí enfrente había un piso bueno, de tres habitaciones, pero creo
que estaba sin amueblar. Depende de para qué lo quiera usted. ¿Es casado?
Tuvo que
morderse la lengua para no soltarle una fresca, pero era el caso que necesitaba
ayuda.
Andrés -
No, yo lo que necesito es un apartamento de una habitación. Algo que no sea muy
caro.
Recepcionista
- Ya. Ya veo. Si quiere usted volver al mes que viene, quizá haya algo para
entonces. Es todo cuanto puedo decirle.
Se sentía
cada vez más desdichado. ¿Dónde dormiría esa noche? Ya se veía tirado en un
banco, tapado con hojas de periódico, sin poder acurrucarse en una cama y leer
un rato antes de dormir. ¡Vaya karma! ¿Qué habría hecho él para que la vida se
le complicase de tal forma? Lo único que pretendía era un rinconcito donde le
dejaran tranquilo con sus cosas. Si tenía que andar preocupándose por asuntos
tan banales, por lo elementales, como la comida y el techo, no conseguiría jamás
seguir comprometido los derroteros de su mente privilegiada.
2º recepcionista - Pues no, yo no dispongo
ahora de ningún apartamento libre, pero tengo una prima que lleva un edificio de
pequeños estudios. No son gran cosa, aunque tal vez a usted pueda convenirle de
momento. Además, son más baratos que éstos. Están en esta misma calle, un poco
más abajo.
Andrés -
Gracias, muchas gracias.