Así vestida subió a la carroza, pero su madrina
le recomendó especialmente que no se quedara en el baile más
allá de medianoche, pues si permanecía un instante más, la
carroza volvería a ser calabaza, sus caballos ratones, sus lacayos
lagartos y sus viejas ropas retomarían su forma primitiva.
Cenicienta prometió a su madrina que no olvidaría
salir del baile antes de medianoche y partió loca de alegría. El
hijo del rey, a quien habían anunciado la llegada de una gran princesa
desconocida, corrió a recibirla. Le tendió la mano para que
descendiera de la carroza y la condujo a la gran sala, donde estaban todos
¡os invitados: se hizo entonces un gran silencio, la danza cesó o
los violines dejaron de tocar, a tal punto todos prestaron atención a la
gran belleza de la desconocida. Sólo se oía un confuso rumor:
-¡Ah, qué hermosa es!
El propio rey, viejo como era, no dejaba de mirarla,
diciéndole a ta reina en voz baja, que hacía mucho tiempo que no
veía a una mujer tan bella y encantadora. Todas las damas observaban
atentamente su peinado y sus ropas, para tratar de imitarlos al día
siguiente, siempre que hallaran artesanos tan hábiles y telas tan
hermosas como serían necesarios.
El hijo del rey la ubicó en el lugar más
distinguido y luego la tomó de la mano para bailar con ella, Y ella
bailó con tanta gracia que todos la admiraron aún más.
Sirvieron entonces una magnifica cena, de la cual el ¡oven príncipe
no probó bocado, tan ocupado estaba contemplando a la bella.