-Voy a ver si hay alguna rata en la trampa para ratas. Con ella
haremos un cochero.
-Tienes razón -le dijo la madrina-, ve a ver.
Cenicienta le trajo la trampa, en la que había tres
grandes ratas. El hada eligió una, por su señora barba. Y, al
tocarla, la transformó en un gran cochero, con los más hermosos
bigotes que jamás se hayan visto.
Y luego le dijo:
-Ve al jardín, encontrarás seis lagartos
detrás de la regadera. Tráemelos.
En cuanto se los trajo, la madrina los convirtió en seis
lacayos que prestamente subieron a la parte trasera de la carroza con sus trajes
galoneados y allí se mantuvieron firmes, como si no hubieran hecho otra
cosa en toda su vida.
El hada dijo entonces a Cenicienta:
-Bueno, ya tienes con qué ir al baile.
¿Estás contenta?
-Sí, pero no puedo ir con estas ropas miserables . .
.
Su madrina no hizo más que tocarla con la varita, y sus
ropas se transformaron en vestidos de paño de oro y plata, recamados de
pedrería Luego le dio un par de zapatos de cristal, los más lindos
del mundo.