-Querría . . . querría . . .
Lloraba tan fuerte que no podía continuar. Su madrina,
que era hada, le dijo:
-Querrías ir al baile ¿no es cierto?
-¡Ay, sí! -dijo Cenicienta suspirando.
-Y bien, si eres una buena chica -dijo su madrina- haré
que vayas.
La llevó a su habitación y le dijo:
-Ve al jardín y tráeme una calabaza.
Cenicienta fue de inmediato a buscar la mejor calabaza que pudo
encontrar y se la trajo a su madrina, sin poder adivinar de qué manera
esta calabaza podría hacerla ir al baile. Su madrina la vació y
cuando no quedó más que la cáscara la tocó con su
varita y la calabaza se transformó de inmediato en una hermosa carroza
dorada.
Enseguida fue a mirar su ratonera, donde encontró seis
ratones vivos; dijo a Cenicienta que levantara un poco la trampa y a cada
ratón que salía lo tocaba con su varita: uno a uno se fueron
transformando en hermosos caballos, de lo que resultó un magnífico
tiro da seis caballos de un lindo color gris arratonado.
Y como su madrina estaba pensando de qué manera
haría un cochero, Cenicienta le dijo: