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Después de un buen tiempo, horas quizás, absorta en mi escritura, me di un tiempo para ver, para leer lo que había escrito: Un poquito de mí antes de ti, “amorcito, corazón” Quisiera hablarte, José Naím, un poco sobre mí y aclaro que no es porque tenga cosas excitantes o sobresalientes en mi vida, si no más bien, para que entendamos que a cualquier ser humano, incluso a aquellos que llevamos una vida común y corriente, también nos pasan cosas fuera de lo normal y díficiles de creer o imaginar. Si tuviéramos todas las respuestas, ya no necesitaríamos de Dios. Cuando escuché esto por primera vez, por fín entendí el por qué del misterio de la vida. Mi vida no ha sido fácil y no me refiero al valor económico o material, que parece ser la mayor preocupación de todos en este tiempo; no, me refiero a la parte sentimental, esa que alimenta nuestra alma y espíritu y nos impulsa a vivir y nos ayuda a sentir plenamente nuestro paso por la tierra, ese paso que nosotros llamamos “vida”. En este preciso momento estoy tratando desesperadamente de seguir a flote en un mar, cuyo torrente de emociones son tan fuertes y destructivas, como lo pueden ser la rabia, el dolor, la amargura y la desesperación. De la manera más dura he aprendido lo cruel que puede ser la vida y lo empeñada que está en seguirlo siendo conmigo. Alguna vez escuché decir que “la vida es un reto”, esto es verdad ya que aveces se torna tan difícil y dolorosa, que se necesita algo más para poder seguir viviendo. También he oído hablar mucho del “libre albedrío” que Dios nos ha concedido en nuestro reto de vida y para hacer uso de él, necesitamos conocer todo: lo bueno y lo malo; la alegría y la tristeza; el llanto y la risa; el amor y el dolor; la riqueza y la pobreza; en fín, todo aquello en lo que haya dualidad: la vida y la muerte... Quizás por eso yo conocí al inicio de mi vida todo lo bonito de ella. (amor, risas, abundancia, bondad, alegría). |
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Consiga ¿Por qué murió mi hijo? de Rocío Montiel F. en esta página. |
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