-Lo siento, -dijo- en el establecimiento de campo donde me
crié, no se movía el piso bajo mis pies.
-Con respecto al mareo en navegación, -comentó Herbert- si le
preguntas por un remedio a cien marinos, tendrás cien recetas distintas; por
otro lado, no es ningún deshonor marearse, han habido, grandes almirantes y
capitanes que se mareaban en el mar.
Mi padre, que se jubiló como marino, me dijo que en un alto
porcentaje, es psicológico.
Él también tenía su secreto para que el movimiento del mar no
le afecte; era cuestión de mentalizarse, -decía- como si tú fueras una parte
fija del barco, por lo tanto tu cuerpo sigue todos los movimientos de este;
ahora, si se presenta una combinación de rolido y cabeceo, que es lo más bravo,
debes hacer de cuenta que tienes a una linda chica tomada por la cintura y estás
bailando un vals, con los movimientos totalmente sincronizados, pero yo creo que
el barco es una chica bastante gorda y me cuesta imaginarlo, agregó bromeando.
Los dos primeros días, Harry los pasó muy mal, aún poniendo en
práctica todos los consejos que le dieron los compañeros de la tripulación; pero
poco a poco su sentido del equilibrio fue acostumbrándose a los movimientos del
mar y al cuarto día ya no sentía los efectos del mareo y le volvió el apetito.
Él nunca había pensado buscar trabajo en el mar; lo hizo por necesidad, el
mismo hombre que le había recomendado el hospedaje en Southampton, lo recomendó
a la empresa naviera donde él era conocido por haber viajado varias veces entre
Argentina e Inglaterra. Casualmente tenía pasaje de regreso en el Bretaña, su
nombre era Mario Díaz Deward, era argentino por su padre y británico por su
madre, se desempeñaba como ingeniero de mantenimiento en un gran frigorífico en
la ciudad de La Plata; en esta oportunidad había viajado para interiorizarse
sobre la instalación de nuevas máquinas envasadoras, para el frigorífico.
Harry había congeniado con el alemán Herbert. Cuando ambos se
encontraban, por cubierta o bien en el dormitorio, conversaban como dos buenos
amigos, se comentaban detalles de sus vidas, pasadas y presentes; de sus
respectivos padres; ambos eran huérfanos de madres. Harry le contó que cuando
salió de su casa, lo hizo en busca de un futuro mejor que el que le ofrecía la
vida en el establecimiento de su padre y ahora, en busca de su destino, se
dirigía a Sudamérica, cosa que nunca se le había ocurrido.
A los doce días, el Bretaña , hizo su primera escala en Santos,
puerto del Brasil donde descargó productos químicos de Alemania. Veinticuatro
horas después, estaba nuevamente en navegación con rumbo a la ciudad de Buenos
Aires. En los puertos argentinos generalmente volvía a llenar bodegas con lanas,
carnes y demás productos del campo.
En este último tramo, a Herbert, se le intensificó el trabajo,
su responsabilidad a bordo era la de controlar las bombas para lavar bodegas.
La noche anterior a la llegada; el joven alemán le confesó a
Harry, su intención de pedir la baja, para quedarse en este país.
-Me han comentado que los argentinos, si bien no han
participado en la Gran Guerra, también fueron víctimas de los efectos de la
crisis mundial iniciada por aquella; pero debido a las grandes extensiones de
sus praderas, pampas creo que las llaman; la explotación agropecuaria fue el
motivo que a este país hoy lo llamen, "El granero del mundo". Aún hay mucho por
hacer y las posibilidadespara hombres jóvenes y que acepten sacrificarse un
poco, son inmejorables.