-Con un poco de suerte, al final de la línea puede ser que
encuentres a la mujer de tus sueños y luego sin agregar palabra, dándole la
espalda se fue.
El primer oficial del Bretaña, leyó la tarjeta entregada por Herbert y le
preguntó si tenía conocimiento de como debía servirse una mesa, él le respondió
que lamentablemente no tenía experiencia pero sabía como hacerlo, se lo habían
enseñado en el colegio, en las clases de Educación y Buenas Costumbres,
agregando que tenía estudios técnicos y práctica en el manejo de máquina
herramientas, por haber trabajado en unos talleres navales y tratando de mejorar
aún más sus posibilidades, dijo que hablaba algo de inglés; esto terminó por
decidir al primer oficial, quién le dijo que se presentara esa misma noche a las
veinte horas, el barco partiría en la madrugada siguiente.
La primera escala del Bretaña era el puerto de Soupthantom en
Inglaterra. El día siguiente, Herbert se despertó muy de madrugada, se vistió y
subió a cubierta para respirar un poco del fresco aire matinal; el barco acababa
de tomar amarras en uno de los muelles del puerto inglés; quienes, haciendo
honor al renombre de lo que se había dado en llamar "puerto limpio", por la
agilidad de sus servicios, que lo hacían muy económico; sobre el muelle ya
estaba una cuadrilla de diez hombres para el movimiento de descarga y carga;
cuanto antes esto se hiciera, menos estadía pagaría el barco.
Cuando estaba por dirigirse al comedor, para preparar las mesas
del desayuno, vio que frente a la planchada, se detenía una ambulancia, dos
enfermeros abordaron el barco, con una camilla plegada bajo los brazos; un
marinero de cubierta, a su pregunta, respondió.
-Parece que uno de los auxiliares del jefe de máquinas, tiene
desde anoche un severo ataque de apendicitis, hay que desembarcarlo.
La sección de pasajeros del "Bretaña" era pequeña, pero muy
limpia y sobre todo económica, su capacidad era de cincuenta pasajeros; para
todo aquel que disponía de tiempo y de la paciencia de esperar en cada recalada
del buque, eran tarifas muy convenientes.
A media mañana, luego de limpiar el comedor, Herbert fue llamado por el
primer oficial. Cuando ingresó al puente, éste al verlo, -dijo: -Adelante
Zentner y empezó a explicarle el motivo de su llamado; como ya estarás enterado,
hoy tuvimos que desembarcar a uno de los auxiliares de la sala de máquinas, así
que te vamos a transferir; tú me has dicho que tienes conocimientos de máquinas,
veremos como te desenvuelves; también tu remuneración mejorará; pero antes
tendrás que enseñar tu trabajo del comedor a un muchacho que embarcamos para
reemplazarte a ti, zarparemos para el medio día.
Salió detrás del segundo oficial, quién lo llevó hasta la
entrada de las dependencias de la tripulación, en ese lugar esperaba un muchacho
alto y delgado, más o menos se su misma edad; el oficial los presentó y encargó
a Herbert que se hiciera cargo del nuevo tripulante, primero que le indicara su
lugar en el dormitorio y luego la rutina del comedor.
Herbert, le hizo señas al pelirrojo para que lo siguiera, en el
trayecto chapurreó unas palabras en inglés.
-¿Como te llamas? -preguntó- El novato, sonriendo por la gracia
que le provocó la pronunciación del alemán, -le contestó. -Mi nombre es Harry
Couperman. -Bien, te llamaré Harry y tú, llámame Herbert, -le respondió éste,
mientras continuaban hacia los dormitorios de la tripulación. En el trayecto él
pensaba, como le había quedado lo poco de inglés que había estudiado, obligado
por su padre; éste siempre le decía que todo marino debía, mal que le pese,
aprender a hablar inglés, para poder hacerse entender en cualquier puerto del
mundo.
Indicó a Harry, una cucheta vecina a la suya y el
correspondiente gabinete para guardar la ropa, luego se hizo acompañar hasta el
sollado donde se guardaba toda la ropa de trabajo, Harry se probó varias
chaquetillas de mozo, hasta que encontró dos que le iban bien de mangas, luego
de guardarlas, el joven alemán llevó a su nuevo compañero hasta el comedor; él
solamente se concretaba a explicar al inglés todo lo que le explicaron a él, el
día anterior.
En ese primer almuerzo, Herbert le dijo que se quedaría para
ayudarlo y le recomendó que lo primordial, era no ponerse nervioso y las cosas
le saldrían bien.