"Mi querido Herbert: Anoche mi madre, con los ojos llorosos, me
dio una noticia que me destrozó el alma; esta mañana nos vamos de Hamburgo, mi
padre y todos nosotros estamos amenazados de muerte, por activistas de una
agrupación política llamada, "Partido Obrero Nacional Socialista Alemán"
liderados por un tal Hitler". "Yo no lo puedo entender, mi padre me dijo que es
porque profesamos una religión distinta; yo le contesté que somos tan alemanes
como cualquiera, que se vayan ellos si les molesta la pluralidad de religiones;
papá me contestó que él pensaba lo mismo, pero que no podía arriesgar a su
familia y por otro lado, hacía tiempo que venía observando un enconado malestar
contra todos los judíos y me comentó también, que si alguna vez, ese partido
llegaba a cobrar un poco de poder, los judíos lo pasarían muy mal en Alemania;
tal es así que él, con tiempo había puesto en venta su negocio y ayer lo entregó
a su nuevo dueño.
"La sola ideas de que por mucho tiempo no volveremos a vernos,
se me hace insoportable, -continuaba la carta- aún no sé a donde resolvió mi
padre que vayamos, pero ni bien sepa. cual será nuestra nueva residencia, te
escribiré.
"Te quiero y te extraño desde ya. Esther.
Estaba promediando Abril, hacía cuatro meses que Esther se
había ido y él aún no había recibido ni una carta suyas, para colmo los
parientes de los Leinstein, no vivían en Hamburgo y él no sabía la dirección de
ninguno de ellos.
Tanto en el trabajo como en el Instituto Tecnológico, había
tenido serias discusiones por mostrarse contrario a las nuevas ideologías
socialistas, que se estaban afianzando entre sus compañeros, pero lo que terminó
por derrumbarlo moralmente, fue la discusión que mantuvo con su padre la noche
anterior, cuando dentro de acaloradas palabras y luego de que éste reconociera
estar afiliado al nuevo partido; ante una réplica suya, su progenitor terminó la
discusión con una bofetada, cosa que Herbert no tenía memoria de que lo haya
hecho nunca.
El cielo gris, continuaba llorando mansamente, así se sentía
Herbert, pero su voluntad no se doblegaría a sus sentimientos, apretó los
dientes y tomó la resolución, él también se iría de Alemania. La suerte, después
de mucho tiempo, volvió a acompañarlo, esa tarde, cuando se dirigía a la zona
portuaria; al doblar en una esquina, se topó con el señor Brukner, éste era la
mano derecha del padre de Esther y aún trabajaba en el mismo negocio, era un
buen hombre, totalmente apolítico; Herbert, le preguntó si sabía algo de la
familia Lainstein a lo que Brukner le respondió que no.
Estaban por separarse cuando Herbert, le preguntó si habría la
posibilidad de conseguir algún trabajo a bordo de algún barco de los que
abastecía su empresa y le explicó que quería irse de Alemania, el hombre lo miró
un instante, luego, sacando una tarjeta, escribió al dorso y se la entregó al
muchacho diciéndole: -Ve al muelle 17, ahí está amarrado el "Bretaña"; pide
hablar con el primer oficial, creo que necesitan un mozo de comedor, es un barco
mixto, de carga y pasajeros, si aún no tomaron a otro, mi aconsejo es que te
embarques en ese buque.
Cuando ya se iba, -agregó con una enigmática sonrisa.