CAPÍTULO 1
Lluviosa primavera del 32, a través de la ventanilla, Harry
abstraído, tenía la mirada perdida en la tenue cortina de la lluvia, que con un
gris amorfo limaba las asperezas del paisaje inglés.
El sincopado sonar de las ruedas sobre los rieles, aislaba su
mente del presente; recordaba el rostro adusto de su padre, cuando se acercó al
vallado para despedirlo, hombre parco en sus palabras, ocultaba muy bien sus
sentimientos, que Harry solo alcanzó a vislumbrar en sus ojos húmedos.
Su mano áspera de hombre de campo, retuvo un instante la de
Harry; sus palabras fueron: −Que tengas suerte hijo y cuídate mucho.
La única vez que Harry, vio a su padre llevarse un pañuelo a la
cara para secarse unas incipientes lágrimas, fue dos años atrás, cuando de pie
entre sus dos hijos, observaba el sepelio de su esposa, la madre de John y
Harry.
A fines de 1931, su hijo menor había completado los estudios preparatorios;
la joven vida de Harry, había llegado a su primera encrucijada; ahora debería
iniciar estudios más avanzados en procura de algún título, camino este que su
padre no podía solventar; o trabajar junto a su progenitor y su hermano mayor en
el pequeño campo donde explotaban la crianza de ganado lechero; pero la finca no
daba para sostener las dos futuras familias que con el tiempo formarían sus
hijos y la tercera opción era la de que Harry se fuera a los centros
industriales en busca de un futuro más promisorio; el joven tuvo poco para
elegir.
Optó por dirigirse al sur, él había estado haciendo
averiguaciones, el trabajo escaseaba, recién se estaba saliendo lentamente de la
crisis, secuela de la Gran Guerra ahora acentuada por la debacle financiera del
29, en América; él buscaría su futuro fuera del país. El tren, disminuyendo su
marcha terminó deteniéndose en uno de los andenes de la estación; entre los
pasajeros bajó un muchacho alto y desgarbado, de rostro enjuto y pecoso, una
gorra de lana cubría su cabeza, hasta casi ocultar totalmente sus cabellos
rojizos, con cinco o diez kilos más sobre su estructura ósea, hubiera pasado
tranquilamente por un hombre joven de veintitrés a veinticuatro años, ocultando
sus noveles dieciocho.
Caminó entre la gente, buscando la salida de la estación, se
detuvo un instante en la gran puerta, miró hacia ambos lados de la calle y como
quién tira una moneda, optó por la derecha y se internó bajo la mansa lluvia,
portando en su mano izquierda una raída valija de cuero.
Debido a la lluvia, las calles de Southampton, casi no tenían
movimiento de gente; decidió buscar algún lugar para comer algo; eran las dos de
la tarde.
A doscientos metros de la estación, por su camino había un pequeño negocio
donde servían comida; entró sacudiéndose la gorra contra la pierna y se dirigió
a una mesita en un rincón, pidió algo muy frugal, el dinero que le había dado su
padre, más sus modestos ahorros debería durarle hasta conseguir algún trabajo;
media hora después estaba en la puerta del negocio, nuevamente indeciso por el
camino a tomar; detrás de él salió un hombre de mediana edad, encendía una pipa,
el umbral estaba mojado y el hombre patinó de tal modo que, de no ser por Harry
que lo tomó del brazo, podía haberse roto algún hueso; sonriendo agradeció al
muchacho su pronto gesto, se detuvo un momento al lado de éste y terminando de
encender su pipa; miró la valija del joven y le preguntó: -¿Recién llegado?.