También aprendí que hay que tener cuidado con los hombres
serios, igual que con las aguas mansas, porque las que corren ya se ven. Por lo
demás comprobé que los hombres de cierta edad también pueden todos los
días. Y hasta dos veces. Y por qué no tres veces, en algunas soleadas e
inolvidables mañanas de primavera. Hombres como mi esposo saben cómo tratar a
una mujer, descubrir sus puntos débiles, encontrar los lugares que más placer
les proporcionan; prolongar el éxtasis hasta lo indecible y usar algo más que la
polla para que una se sienta plena, gozosa y satisfecha.
También descubrí que un hombre maduro, grave y formal no duda
en echar mano de la complacencia, cuando su esposa tiene casi veinte años menos
que él. En su manera de decir las cosas, quizás se debe a que las fantasías son
parte de uno y negarlas es absolutamente absurdo y es preferible llevarlas a la
práctica en pareja. Como veréis, mi marido además de comprensivo es un hombre de
múltiples recursos.