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Existen allí los terrenos que convienen en sus rookerys a los pájaros bobos, y otros, cuyas bandadas innumerables pueblan estos parajes. Vestidos de amarillo y blanco, la cabeza hacia atrás y con sus alas que figuran las mangas de un traje, estos estúpidos volátiles parecen desde lejos una fila de monjes en procesión a lo largo de las playas.

Las Kerguelen poseen además otros representantes del reino animal. Ofrecen múltiples refugios a los bueyes marinos, a las focas, a los elefantes de mar. La caza y la pesca de estos anfibios son bastante fructuosas para alimentar relativo comercio y atraer algunos navíos.

El día en que está historia empieza, paseábame yo por el puerto, cuando el posadero se acerco a mí y me dijo:

-Si no me engaño, el tiempo empieza a parecerle a usted largo, señor Jeorling.

Era el tal un robusto y alto americano, instalado hacia quince años en Christmas-Harbour y dueño de la única posada del puerto.

-Largo, en efecto, le respondería a usted, Atkins, si no le mortificase a usted mi respuesta.

-De ninguna manera- respondió él.- Crea usted que estoy acostumbrado a estas respuestas como las rocas del cabo Francisco a las olas.

-¿Y aguanta usted como él?

-¡Sin duda, señor Jeorling! Desde el día en que usted desembarcó en Christmas-Harbour y se instaló usted en casa de Fenimore Atkins, cuya muestra es el Cormorán Verde, me dije: «Dentro de quince días, si no es de ocho, mi huésped lamentará haber desembarcado en las Kerguelen.»

-No, Atkins, yo no lamento jamás nada de lo que he hecho.

-¡Buena costumbre, señor!

-Además, recorriendo este grupo he tenido ocasión de observar cosas curiosas. He atravesado estas vastas planicies onduladas, cortadas por hornagueras tapizadas de recios musgos y llenas de curiosas muestras de minerales. He tomado parte en vuestras pescas de bueyes marinos y focas; he visitado los rookerys, donde los pájaros bobos y los albatros viven como buenos camaradas, y todo esto me parece digno de observarse. Usted me ha servido de vez en cuando los petrilbaltasar, condimentados por usted, manjar muy aceptable cuando se posee un buen apetito. En fin, he encontrado una excelente acogida en el Cormorán Verde, por lo que le estoy muy agradecido. Pero, si no falla mi cuenta, hace ya dos meses que el barco chileno Penas me ha depositado en Cristmas-Harbour en plano invierno...

-¿Y siente usted deseo- dijo el posadero- de volver a su país que es el mejor, señor Jeorling, de regresar a Connecticut, de volver a ver Hartford, nuestra capital...?

-Sin duda, Atkins, pues pronto hará tres años que recorro el mundo. Preciso será detenerse un día u otro y... echar raíces.

-¡Ah...! ¡Ah!... Cuando se echan raíces- respondió el americano guiñando un ojo- se acaba por extender las ramas.

-Como usted lo dice, Atkins. Sin embargo, como carezco de familia, lo probable es que en mí termine la línea de mis antepasados. No creo que a los cuarenta años me acometa la idea de extender mis ramas, como usted lo ha hecho, mi querido posadero; pues usted es un árbol, y un árbol hermosísimo.

-Un roble... y hasta una encina, si usted quiere, señor Jeorling.

-Y ha obrado usted cuerdamente obedeciendo las leyes de la Naturaleza. Pues si la Naturaleza nos ha dado piernas para caminar...

 
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de Julio Verne

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