https://www.elaleph.com Vista previa del libro "La muñequita" de Juan Valera (página 3) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Domingo 05 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  (3)  4 
 

La muñeca salió, pues, desterrada y fue a parar a casa de una primita de nuestra heroína, a quien ésta se la confió, rogándole que la cuidase mucho, que hablase con ella y que le diese de comer. La primita prometió hacerlo así, mas no por eso dejó de estar a la mira su verdadera dueña, que iba, de vez en cuando, a visitar a la muñeca y a llevarle regalos y golosinas. Aún no haría una semana que la muñeca estaba en la nueva casa, cuando tuvo lugar un suceso, si no del todo inesperado, un poco extraordinario.

Ya se sabía que la muñeca se alimentaba, lo cual no deja de ser singularísimo en una muñeca; pero no se sabían las consecuencias que pudieran derivarse de la mencionada premisa, cuando una noche, estando la muñequita acostada con la prima, pidió, con voz clara e inteligible, lo que no siempre piden los niños pequeñuelos y lo que tanto se agradece y celebra que tomen la costumbre de pedir. Hizo, en efecto, lo que pedía, donde a la prima le pareció más conveniente que lo hiciera, y ésta se quedó pasmada cuando advirtió que era oro purísimo en no muy menudos granos lo que la muñeca acababa de hacer.

A la mañana siguiente supo la novedad la madre de la prima; vio el oro, se inflamó su codicia y determinó no decir a sus parientes nada de lo acontecido, aprovechándose de la excelente propiedad de la muñequita para hacerse poderosa. Con este propósito de fue al mercado, compró de las mejores cosas que había de comer y atracó de lo lindo a su encantada huéspeda. Aquella noche no la dejó dormir con su hija, sino que la acostó consigo, adornando la cama con una rica colcha de damasco que ponía en el balcón los días de procesión y con sábanas finas de faralaes bordados.

A medianoche pidió la muñequita lo que había pedido la noche anterior. La mujer, que esperaba el oro con impaciencia y que para verlo había dejado el candil encendido, le contestó: «Hazlo ahí, mis amores», y no bien lo dijo, la muñequita empezó a hacerlo en gran abundancia. Pero ¿cuál no sería la ira de aquella avarienta mujer, cuando notó, vio y olió, en vez de la materia que esperaba, otra del todo diversa y desagradable al olfato? En su furor, agarró por una pierna a la muñequita y la dio de golpes contra las paredes. Abriendo, por último, la ventana de su alcoba, la tiró por ella con violencia tan prodigiosa, que la pobre muñequita anduvo por el aire más de tres o cuatro minutos y fue al cabo a dar con su magullado cuerpo en el corral del palacio.

Llegó en esto la mañana, y el rey, que solía entregarse a los mayores excesos sin respeto a Dios ni a los hombres, se despertó harto mal de salud, y, como es natural, bajó al corral a desahogarse un poco. Se ignora si fue casualidad o providencia, pero es lo cierto que el rey se puso a hacer lo que era necesario justamente encima de la muñeca.

 
Páginas 1  2  (3)  4 
 
 
Consiga La muñequita de Juan Valera en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
La muñequita de Juan Valera   La muñequita
de Juan Valera

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com