https://www.elaleph.com Vista previa del libro "A Mendoza a través del paso de Uspallata" de Max von Thielmann (página 2) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Jueves 18 de abril de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  (2)  3 
 

Pasa por ser insondable, quizá porque nadie se preocupó por averiguar su profundidad. De acuerdo con la formación de los alrededores me atrevo a considerarlo plano. Las pendientes que lo rodean son abruptas y peladas y los picos nevados que descuellan en sus bordes indican que la región de las cumbres de la Cordillera no están muy lejos. En el camino, la nieve había desaparecido casi por completo y los breves tramos nevados por los que pasaba el camino de herradura no ofrecían obstáculo alguno a los animales. El último ascenso es abrupto y peñascoso. Cuando los vendavales helados braman en la montaña más de un jinete y su cabalgadura pueden perder el aliento. Allí, como en el arenal del Chimborazo, el cielo me fue propicio. No soplaba ni la más leve brisa cuando hollé a las once de la mañana la línea divisoria de los dos océanos. A pesar de la considerable altura de 3.900 m el mal de altura no ataca al hombre ni a las bestias. En los alrededores se observaban las muestras de la furia desatada por los terribles vientos. A la izquierda del paso, un campo de nieve presentaba profundas grietas, como no las vi jamás en los Alpes, y en las cordilleras, sólo en la cima del Popocatepetl azotada por todos los vientos. Pero allí la destrucción había ido más lejos En las últimas semanas, el cálido sol había profundizado las grietas, y los picos de nieve separados por callejones secos aparecían alineados sobre la roca pardusca. Cada uno de los picos semejaba un cono de la altura de un hombre, con sus bordes muy vitrificados. A menudo su base no medía sino unos treinta centímetros de lado. Una sucesión de algunos días cálidos hacen desaparecer por completo estas maravillosas formaciones y la primera tormenta las precipita en el abismo. Pude observar este curioso fenómeno sólo muy cerca de la cresta. Por cierto, sólo puede originarse allí donde ningún obstáculo intercepta a los vientos. El cristal aislado es impelido con tal violencia contra la superficie del campo de nieve, que en lugar de quedar adherido hace un corte neto en la nieve. Otros cristales siguen por la grieta así formada y la van desgastando por completo. En tanto la nieve nueva del invierno llena los surcos, el cuadro es incompleto. No es sino en el verano cuando los muñecos de nieve naturales se separan como las figuras sobre un tablero de ajedrez, para desaparecer con el siguiente otoño.

Más allá del paso, ese universo de piedra se muestra en toda su agreste fiereza. Un profundo valle longitudinal separa la cordillera oriental de la occidental en la cual se encuentra el visitante. Frente a él se levanta uno de los macizos montañosos más escarpados que haya visto jamás. Lo corona una cumbre nevada. Mis peones lo llamaban Cerro de la Tolosa. Hasta donde es posible una. estimación, diría que su cúspide se encuentra a unos 2.000 metros sobre el nivel del paso, o sea que le adjudicaría la altura del Cotopaxi. Aun cuando el Aconcagua se encuentra a pocas millas de distancia hacia el norte, no lo pude divisar.

Imponentes pendientes rocosas a derecha e izquierda del Cerro de la Tolosa encajonan ese valle longitudinal de aspecto uniforme y yermo. Hasta donde alcanza la vista no lograba divisarse un solo tallo de hierba verde. El descenso, de unos 800 metros, es nuevamente empinado y pedregoso. Cuando llueve o hay tormenta algunos lugares deben ofrecer muy mal asidero a los animales, pero no creo que un jinete montado sobre una buena mula deba temer una caída. No hay pendientes perpendiculares y el único peligro consistiría en resbalar por el abrupto pedregal. Taxi pronto se alcanza el fondo del valle, el camino vuelve a ser cómodo y sigue el valle longitudinal hacia el sud. Inmensas pendientes peñascosas encajonan la garganta entre las dos cordilleras, pero pronto su monotonía fatiga la vista.

La primera vivienda humana no se encuentra sino cerca de Puente del Inca, un gran puente natural que se alza sobre el arroyo donde se origina el río Mendoza. Las fuentes termales curativas allí existentes atraen hasta esas alturas a los pacientes del llano. Algunas horas más adelante, el arroyo atraviesa la cordillera oriental; primeramente se une con el río Tupungato, cuyo valle cierra la cima nevada de forma acampanada del Tupungato, un volcán extinguido de 6.178 metros de altura. No lejos de ese lugar llamado Punta de las Vacas, se crearon algunas praderas verdes mediante irrigación artificial que brindan a las mulas pastos tolerables. El verano del año anterior la nieve aplastó literalmente la casa del propietario que servía de albergue a los viajeros, de manera que debí conformarme con el rincón que hallé en un galpón abierto. A pesar de la altura aún considerable (2.300 metros), la noche era apacible y templada y al cabo de una cabalgata de doce horas el hombre no tiene muchas pretensiones. Encontré allí accidentalmente al infortunado, cuyo equipaje se había llevado el arroyo cerca del juncal el día anterior. Era un joven terrateniente de Córdoba, Argentina, y su mayor pena se la había causado la pérdida de cinco elegantes y nuevos trajes confeccionados por el mejor sastre de Valparaíso, con los que pensaba deslumbrar a sus conocidos en su ciudad natal. El oeste argentino recibe aún una gran parte de las mercaderías que necesita de Chile a través de la Cordillera, aun cuando su comunicación natural con el exterior debiera ser Buenos Aires a través de las pampas y el Río Paraná. La inminente terminación del ferrocarril hasta el pie de la Cordillera quizá altere esta comunicación en el futuro. También se ha pensado en el tendido de una línea ferroviaria por la Cordillera. Con excepción del tramo entre juncal y el Paso, donde será imperiosa la construcción de un plano inclinado con máquinas fijas o mecanismos de cremallera. El tendido de esa línea no ofrecería dificultades descomunales. Sólo me parece dudosa la solución del problema de las grandes nevadas en el invierno.

El sistema de galerías de protección de madera del Ferrocarril del Pacífico en los Estados Unidos no es aplicable en el país ya que hay una absoluta falta de madera. Aun los durmientes deberían ser traídos por barco desde el sur de Chile a través de Valparaíso, siempre y cuando no se piense introducir la construcción sobre calotas de hierro, muy común en la Argentina. Por último, la explotación del ferrocarril sería tan costosa que los fletes a duras penas podrían competir con el transporte a lomo de mula, tan barato allí.

 
Páginas 1  (2)  3 
 
 
Consiga A Mendoza a través del paso de Uspallata de Max von Thielmann en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
A Mendoza a través del paso de Uspallata de Max von Thielmann   A Mendoza a través del paso de Uspallata
de Max von Thielmann

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com