Esto cambia la idea que en la Historia los hombres hemos tenido
de Dios. Dios no es el que está arriba. Es el que está abajo y levanta al
hombre. Dios no es el que manda y tiene súbditos. Desde el siglo IV el Emperador
se llama "Vicario de Dios" porque Dios es el dueño del mundo. Entonces se
pensaba así: ¿Quién se parece más a Dios?. El Emperador, que es el dueño, el que
más manda. Por eso es Emperador "por la gracia de Dios". Pero ese no es el Dios
de los cristianos. Jesús dice que se parece más al Dios de los cristianos no el
que más manda, sino el que más sirve. Dios es quien está a mi servicio.
Va a mostrar a los discípulos su amor, que es el del Padre, con
quien está identificado Jn 14,9: «¿Tanto tiempo hace que estoy entre
vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.
¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre?» Al ponerse Jesús a los pies de sus
discípulos, destruye la idea de Dios creada por la religión. Dios no actúa como
soberano excelso, sino como servidor del hombre. Así lo había expresado Jesús:
Jn 5,17: «Mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando y yo también
trabajo». El trabajo de Dios en favor del hombre no se hace desde arriba,
como limosna, sino desde abajo, levantando al hombre al propio nivel. Dios es un
dador de vida que se pone suavemente al servicio del hombre para levantarlo a la
condición divina. El proyecto de Dios es que el hombre tenga la condición
divina.
Lavando los pies, Jesús ejerce un oficio no ya de siervo de
Dios, sino de esclavo de otro hombre. «El, a pesar de su condición divina, no
se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la
condición de esclavo, haciéndose uno de tantos» (Flp 2,6-8).
Esto nos lleva a la idea de Señor que Jesús va a
reclamar para sí mismo en el v. 13 y concederá a los suyos en cuanto que éstos
le imiten asumiendo el oficio de esclavos, lavándose los pies unos a otros. Es
éste uno de los momentos más originales en la revelación de Jesús y quizás uno
de los rasgos principales del estilo que Jesús quiso entre los suyos y que,
quizás, ha sido más olvidado en los veinte siglos de historia que
llevamos.