VII
-Marion,
mira, nos responde, ¡vamos a su encuentro! ¿Te parece
bien?
-Ok,
Hamilton, lo estaba deseando, vamos.
Por
su parte, David, ya más tranquilizado y con curiosidad añadida, también se fue
con dirección a los dos científicos.
Ya
sólo distaban unos 75 metros aproximadamente unos de otros, cuando Marion echó
mano de su megáfono:
-¡Oiga,
señor! Somos amigos, científicos que venimos a investigar la llegada de este
objeto. ¡No se asuste! Y no se preocupe.
David
aceleró más su marcha, seguro que si en aquellos momentos le pinchan, no le
encuentran sangre, estaba lívido como la cera, pero la alegría no le cabía en el
pecho.
Por
fin coincidieron, prácticamente hicieron ambos el mismo recorrido unos 500
metros, encontrándole en la mitad de la circunferencia del
cráter.
Los
dos científicos al ver que David respiraba perfectamente, se quitaron los
cascos, no así el traje, y dándole la mano le saludaron haciendo al mismo tiempo
las presentaciones -que no narraré por ya ser conocidos unos y
otros.
-¿De
dónde es usted Sr. David? -preguntó Hamilton.
-Tengo
una casa al otro extremo del bosque, aunque no sé ahora en qué condiciones
estará, salí de ahí a la tres de la madrugada y aún no regresé, obvio decirles
el motivo, se evidencia perfectamente.