El era aun más romántico y de solo pensar en ella podía recitar
cientos de poesías a la luz de la luna:
-Amada mía sabes todo lo que pienso
y sientes todo lo que siento. ¿De qué me sirve decirte por fuera lo que siento
por dentro?, pero no quiero que sufras, que tu vida riesgo corra por haber
estado conmigo. La mía ya no importa después que la felicidad consigo. Y no hay
felicidad mas grande, amada hoy telo digo... Que estar a tu lado o cerca aunque
solo sea un minuto perdido. Pero lo que se pierde, se recuerda y si algún día el
cielo me llama, te pido, no llores porque feliz yo he ido.
Al oír tantas cosas dulces, llenas de melodías silenciosas,
dibujadas en el viento, más lo amaba y menos le importaba su vida al estar junto
a el. - Feliz irás, pero pronto me tendrás, porque soportar no podré, vivir sin
tu querer, en brazos de otro no puedo vivir, y sin la mirada de tus ojos no
puedo sentir, si debes partir, iré contigo, que te acompaño es seguro y el cielo
es testigo, créeme Felipe, que morir no sería malo entonces. Y la alegría
brillará más que la tristeza, como el oro más que el bronce... Alguien me dijo
una vez, cuando a tu objetivo vez, sin pensar dos veces ve tras él, y es lo que
hice precisamente, estoy contigo felizmente, y si tú te vas, como el pimpollo en
el hijuelo, yo naceré de nuevo yéndome al cielo.
Carmela, la dama de compañía del palacio de los Tárnava
encuentra a la pareja en el bosque y advierte sobre la búsqueda de Don Pedro y
el encargo de los servidores de Orlando. Estos, desesperados al palacio van y
con Jacinta se encuentran. Esta esconde a su hija de Orlando y de su padre. El
una vez advertido se marcha a su estancia a esconderse allí de los buscadores de
su vida.
Al enterarse Orlando de la Roca de la aparición de la pareja va
al palacio de inmediato pero antes se asegura de que sus servidores cumplan con
su plan.