La extraña muerte
de Don Vicente
Don Vicente y su mujer, tenían un almacén en una esquina de Barrio Norte.
La edificación era antigua, por lo menos del 1900.
Por ese entonces yo era un chico de ocho años y vivía en un edificio de mitad
de cuadra e iba todas las mañanas a comprarles mis golosinas habituales.
Me trataban cariñosamente.
El interior del almacén era de techos altos, como de cuatro o cinco metros,
como eran las edificaciones de aquella época.
Dentro del local había enormes latas de galletitas, fiambres, vinos y licores
y todos los productos que suele haber en un almacén.
La mujer de Don Vicente lo ayudaba en la tarea de atender y despachar a los
clientes.
Parece que Don Vicente tenía un amigo, Tito Lisio, que estaba gravemente
enfermo. Enflaquecía cada vez más, día a día y los médicos no sabían qué tenía y
no podían encontrar las causas de la enfermedad. No sabían qué le pasaba.
Un día Tito lo llamó a Don Vicente, que era su mejor amigo, pidiéndole que
fuera a verlo, ya que sentía que su enfermedad estaba en el período
terminal.
Don Vicente no ignoraba el estado de su amigo, así que fue a visitarlo,
acompañado de un farmacéutico, porque Tito le había pedido algo muy
especial.