Efectivamente, se trataba de que el farmacéutico, que era a la vez amigo
íntimo tanto de Tito como de Don Vicente, llevaba consigo una dosis letal de
cianuro que había traído de la farmacia, obedeciendo al pedido de su amigo
enfermo.
Esa noche Don Vicente por un lado y el farmacéutico por el otro, se reunieron
en la casa de Tito. Cuando llegaron lo vieron, se quedaron consternados:
la mano de Tito era delgada como una hoja de papel.
Habían mantenido una conversación previa al respecto, ya que se trataba de
que el farmacéutico le aplicara a Tito un inyectable con una dosis letal de
cianuro.
Vicente, a su vez, había llevado mucho alcohol, ya que tanto él como sus dos
amigos tomaban en grandes cantidades.
Comenzaron a tomar, a excepción de Tito, que en un momento determinado le
pidió a su amigo el farmacéutico que le aplicara la inyección, para lo que se
recostó en la cama.
El farmacéutico, en ese acto de compasión, hizo lo que le pedía Tito, puesto
que habían estado debatiendo el tema por lo menos durante tres horas antes.
Le aplicó el inyectable.
El cuerpo de Tito, que parecía tranquilo y al principio se quedó quieto, a
los pocos segundos comenzó a retorcerse de manera extraña hasta que finalmente,
con los dientes apretados y los ojos abiertos y cruzados, murió.
Después de semejante escena, Vicente y su amigo comenzaron a llorar y a tomar
vaso tras vaso de las bebidas alcohólicas que había traído.
Finalmente se marcharon: el farmacéutico decidió irse a radicar a Perú y
Vicente se volvió a su almacén.
Tito, como recuerdo, le había dejado un pañuelo.
Don Vicente, como dije, llegó a su almacén y antes de entrar se sacó los
zapatos y los dejó en la vereda, cerca de la puerta del almacén, junto al
pañuelo que le había regalado Tito.
Finalmente entró y siguió tomando vaso tras vaso de bebida, hasta que decidió
meterse en una de las grandes bolsas de arpillera en la que venían los
garbanzos, los porotos y las legumbres a granel.
No dejó de beber hasta que, al final, se durmió.
A la mañana siguiente la mujer de Don Vicente se preguntó adónde estaría él,
ya que no se encontraba en su casa ni había dado noticias de ningún tipo.
Fue hasta el almacén y, antes de abrir la puerta para entrar, sintió el olor
fétido que provenía del interior.
Don Vicente había muerto luego de la desproporcionada ingesta de alcohol
Solamente presintió algo cuando vio sobre la vereda, como en un extraño
cuadro surrealista, los zapatos de Vicente y el pañuelo de Tito.