Argirópolis es libro esencial, aunque no frecuentado. Debe volverse a su texto, bajo la luz del proyecto y realización del Mercosur. Emilio Ravignani consideraba que Argirópolis es de lectura indispensable, por las intuiciones geniales de Sarmiento, entre las que no incluye la idea de la isla de Martín García como capital. Pero sin duda es relevante el juicio de Julio Irazusta, el acrisolado historiador de la época de Rosas, que examinó sin concesiones, y en ocasiones con injusticia, la acción de Sarmiento. De Argirópolis dice: "Salvo errores inevitables en el espíritu faccioso que lo anima siempre -dice Irazusta- Sarmiento escribe el primer estudio sobre el desarrollo constitucional, que se haya intentado antes de nuestra generación, interpretando a la luz de los hechos y no de las teorías. La parábola que va de la disolución del cuerpo nacional en 1827, hasta la creación del Encargo de las Relaciones Exteriores por borrego, está descripta en Argirópolis de modo que no ha sido superado por los mejores "historiadores". Y agrega Irazusta: "Hay un punto en el que no se le puede negar la influencia que ejerció en los acontecimientos. Gran parte del libro está destinada a proponer un programa, que Urquiza habría de hacer suyo: el de convocar un Congreso Nacional, que iba a resolver automáticamente todos los problemas, según el utopismo constitucionalista del siglo XIX, mil veces fracasado -dice Irazusta- pero siempre renaciente".
En los últimos años, libros y artículos de relevantes maestros del derecho constitucional han probado que no hubo en Sarmiento utopismo de regodeo, sino claro y apasionado sentido de lo hacedero, para la formación institucional del Estado argentino, que lo tuvo y tiene como uno de sus mentores, y en este caso especialmente de la "plegaria de Argirópolis" como la calificó Aníbal Ponce.
JAVIER FERNÁNDEZ