ISLA IRONÍA
Antes de poder fijar los pies la Muerte me soltó y caí en
la arena seca. La segunda isla era un lugar habitado pero aparentemente
desolado, de aire oscuro, que pasaba por la metáfora negra sin llegar a lo
siniestro ni al morbo. Con el ambiente forjado por vieja gente esteparia de
carácter seco pero inteligente y que ahora se asomaba a observar que invasores
del eco habían llegado del cielo. Nunca por chisme, solo por defensa. Se paraban
en las puertas de sus cabañas y casas cruzando los brazos y se apoyaban en sus
ventanas a disparar frías miradas repelentes. Gente cerrada, de aire superior
que no se agrupaban de a más de tres por estar alérgicos al montón.
Existían
en ese lugar, sujetos con todo tipos de fantasmas. De esos que están rodeados
por abandonarse a pensar.
Sujetos
que desbarajustan el sueño por desembarazar la mente que hacen de la noche una
confesión escrita y no aceptan más maestro que su cuerpo mismo. Que sus sueños
mismos. Y aquel que a estas personas le enseñe algo, nunca lo sabrá con
seguridad.
Individuos
que por más de piedra que parezcan en realidad su material es el hielo. Algo que
sí puede llegar a lo blando.