Capítulo I
Vivencias personales
El gigante está despierto
Cuando llegué a Brasil, para vivir en ese país desconocido para
mí, encontré extraño eso del sincretismo religioso.
Me encontraba en São Paulo y me movía en un ambiente de
intelectuales: médicos, profesores, estudiantes universitarios, contadores,
pintores, periodistas, fotógrafos, etc. Y todos eran católicos. Pero también
decían que tenían ciertos dioses de origen africano y que le hacían ofrendas,
como por ejemplo comidas, bebidas, jabones..., además de flores (que esto ya me
parecía más normal).
Todo eso me resultaba muy raro, es más, me parecía producto de
la ignorancia. Y me sentía orgullosa de ser argentina, "nosotros somos más
inteligentes, más intelectuales... Cómo vamos a creer en esas cosas! ...Tenemos
un solo Dios y a El no hay que ofrecerle cosas materiales..." (Bueno, esto
último daría para una polémica que sería el comienzo de otro libro...)
Después de mucho tiempo comencé a entender que "todo eso" que
me resultaba extraño, se llama cultura y que en cada pueblo es diferente y que
ninguna es mejor que la otra, que todas tienen el mismo valor: el de ser un
medio para que el hombre pueda comprender mejor el indescifrable y misterioso
universo.
Al cabo de algunos años me fui a vivir a Bahía. Si bien todo
Brasil es interesante, Bahía es la esencia de Brasil.