Hay muchas muertes y mucha violencia en Río de Janeiro y en
Buenos Aires. Existe mucha pobreza en Brasil y en Argentina; el FMI nos controla
los pasos desde cerca, por igual; la sucesión de gobiernos democráticos y
militares y viceversa, siempre marchó en perfecta coordinación.
Pero hay una característica que los identifica: ellos son
capaces de disfrutar de la vida a pesar de los grandes problemas.
Ninguno de los pueblos de los países latinoamericanos consigue
superar los tremendos dramas que devienen, ahora, de ese monstruo del siglo XXI
que se llama "globalización".
Pero Brasil nos demuestra, gracias a la sangre negra que fluye
por sus venas, que aún así es posible creer en Dios, es posible el abrazo y la
danza y la sonrisa y la música.
Y que tenemos el derecho y el deber de mostrar a nuestros hijos
que la alegría es posible.